El 63 a. C. fue un año clave en la historia de Roma. Habían pasado seis siglos desde la fundación de la ciudad, pero ahora la combinación de la historia, la política, los personajes y la riqueza de las fuentes —por primera vez tenemos todo tipo de documentación sobre la vida de los romanos— nos permiten trazar con gran precisión un momento revelador de la historia de lo que más adelante fue un imperio que decidió la forma del mundo como, en cierta medida, aún lo conocemos hoy. Los sucesos se centraron en Catilina, noble en bancarrota y conspirador, Julio César, Cicerón, el abogado por excelencia, y Craso. Luego, tenemos al Senado y el Pueblo Romano reunidos en el acrónimo SPQR.
Catilina fue un noble de origen afortunado, quien se encontró en bancarrota por el exceso de vicios a los que se abandonó: así que intentó que lo eligieran cónsul, operación que de por sí era muy costosa. Después de haber sido derrotado dos veces, decidió organizar un ejército personal, con el que atrajo a los pobres y los marginados de la ciudad. En la otra parte del ring encontramos a Cicerón, un hombre “nuevo” con orígenes humildes, que no era de Roma y que se abrió camino gracias a las relaciones y a sus habilidades oratorias, hasta convertirse en un abogado exitoso. En el año 64 a. C. se convirtió en cónsul, y después de saber que Catilina se estaba preparando para hacer algo terrible, durante su famoso discurso en el Senado Cicerón reveló los planes de Catilina, quien huyó esa misma noche para empezar la batalla al día siguiente, encontrando la muerte más adelante. Algunos años más tarde, el historiador Salustio resumió su punto de vista sobre estos acontecimientos: la moral romana fue destruida por la abundancia de riquezas sucesivas a la conquista del mundo conocido.
Este es solo un ejemplo del clima que se respiraba en Roma en aquellos años. Un clima complicado que con el tiempo fue haciéndose más difícil.