La vida en la Tierra evoca innumerables especies de plantas y animales. Nuestro planeta es, de hecho, rico en diversos hábitats. Desde las arenas del desierto del Sahara hasta las vastas extensiones de hielo de la Antártida, pasando por las grandes selvas tropicales, la Tierra presenta una increíble variedad de ecosistemas. Un ecosistema se refiere al conjunto de organismos vivos y materia inerte que interactúan juntos dentro de un ambiente.
Cada ecosistema, por lo tanto, incluye una fauna y una flora que poseen características adecuadas para vivir en ese entorno específico. La población de un ecosistema está determinada por la selección natural, teorizada por el gran naturalista Charles Darwin. Según este proceso, los animales y las plantas que poseen las características que mejor se adaptan al hábitat en el que viven pueden sobrevivir y reproducirse.
Todas las especies en un ecosistema están interconectadas y contribuyen a mantener un equilibrio. Un trastorno interno o la intervención de una especie externa puede socavar su estabilidad o incluso destruirlo, especialmente debido a la actividad humana. A lo largo de su historia, el ser humano siempre ha modificado el medio ambiente para satisfacer sus necesidades, provocando alteraciones en los ecosistemas, a veces de manera involuntaria.
El hecho es que los diferentes ecosistemas están conectados entre sí. Este es el concepto de biosfera: según Wilson, la vida en la Tierra debe ser considerada como una única membrana que incluye, sin interrupción, a todos los seres vivos y sus relaciones. Desde los microbios hasta los mamíferos más grandes, la idea de la biosfera exige un enfoque integrado para el estudio de la vida en la Tierra. Si se pensara en compartimentos aislados, no se entendería cómo los diversos organismos se relacionan entre sí. La biología contemporánea acepta una versión moderada de la llamada "Teoría de Gaia", que concibe a la Tierra como un único y gran organismo, donde los ecosistemas tienen niveles variables de influencia recíproca.
Para comprender mejor este concepto, se puede tomar como ejemplo la acción del fitoplancton oceánico. Este está compuesto por pequeños organismos fotosintéticos, arqueobacterias y algas que, con su acción, influyen en la formación de las nubes. Los cambios en los ecosistemas que albergan el fitoplancton oceánico tendrían, por lo tanto, un impacto en las lluvias y en el clima. A su vez, el cambio climático tendría consecuencias generales en todo el planeta. Preservar el futuro de la vida, por lo tanto, implica cuidar de todos los ecosistemas, especialmente aquellos en mayor riesgo.