Las reglas son fundamentales para el correcto desarrollo de una sociedad armoniosa. Hemos prácticamente dejado de enseñar a los jóvenes el sentido de las reglas y el significado de lo correcto y lo equivocado, en nombre de un presunto principio absoluto de "subjetividad", pero de esta manera estamos construyendo una sociedad infeliz. El caos es el gran enemigo de una vida feliz y de una sociedad próspera, porque debilita las certezas del individuo y su capacidad de comprender a los demás, factor básico para la confianza recíproca. Cuando tenemos un sistema "en orden", las personas actúan según normas sociales claras, de manera previsible y cooperativa: la adopción de un mismo código de valores y comportamientos hace que las personas sean previsibles. Si todos actúan en línea con las expectativas y los deseos del otro, se hace posible no solamente la cooperación, sino también la competición pacífica. Vivir en un sistema en el que cada uno sabe qué esperar de los demás hace que las relaciones entre personas sean más sencillas, e incluso la relación con uno mismo. Retomar en mano las reglas, los ejes fundamentales que construyen y sostienen el mundo de las relaciones, es algo necesario sobre todo para estar bien con nosotros mismos, y para construir una sociedad mejor.