Cualquiera que haya estudiado la historia de las Américas en tiempos de Colón conoce la siguiente versión: cuando los europeos llegaron al continente americano, este estaba ocupado por muchos pueblos atrasados y con poca población, las cuales fueron sometidas por los conquistadores y se beneficiaron del contacto con una civilización avanzada y tecnologías de ultramar. Durante siglos, todos apoyaron esta versión, tanto arqueólogos, como historiadores y etnólogos. Sin embargo, a medida que la investigación en el campo se fue extendiendo, los métodos científicos avanzaron y se fueron recolectando cada vez más hallazgos y artefactos, ha ido surgiendo otra versión completamente diferente, pero que muchos investigadores consideran más verídica. Cuando Colón llegó, el continente americano no estaba para nada despoblado y atrasado, todo lo contrario. Estaba lleno de civilizaciones antiguas sumamente desarrolladas, populosas y que contaban con culturas y tecnologías muy ricas.
Lo que ha llevado a los científicos europeos a pensar lo contrario es lo que el autor llama el error de Holmberg. Allan R. Holmberg era un estudiante de posgrado que luego se convirtió en profesor de antropología en la Universidad de Cornell. En los años 40 vivió durante un período con los sirionós, una población indígena radicada en Bolivia. Holmberg vivió entre sus pobladores, y los calificó como unos de los grupos más atrasados del mundo porque no tenían vestimenta, arte, instrumentos musicales, animales domesticados y apenas poseían una religión. Además, sus viviendas eran tan precarias que les entraba la lluvia, y los miembros de la tribu solo podían contar hasta tres. Siendo una de las poblaciones nativas del lugar, Holmberg dedujo que todos los pueblos que existían desde antes de la llegada de los europeos estaban en la misma situación. Este relato parece tener sentido, pero en realidad es incorrecto. Es verdad que los sirionós son uno de los pueblos más atrasados del mundo, pero no siempre ha sido así. Antes de las dos olas de gripe y viruela de los años 20, el pueblo de los sirionós tenía miles de habitantes, que vivían en el este de Bolivia en su mayoría. Y como si esto fuera poco, los especuladores civilizados diezmaron aún más a la población con la ayuda del gobierno local, cuando comenzaron a capturar a los sirionós para encarcelarlos y esclavizarlos. Los aproximadamente 150 individuos atrasados que encontró Holmberg fueron los últimos sobrevivientes y refugiados de una población que alguna vez fue próspera, pero que estaba completamente debilitada y empobrecida culturalmente debido a las enfermedades y los abusos. Esta teoría está avalada por evidencia cada vez más abrumadora de que los sirionós no parecen ser una población con raíces muy antiguas en el área, sino todo lo contrario. Al parecer, están entre las poblaciones más recientes que llegaron a la zona, la cual estaba despoblada en el momento de su migración debido a la desaparición de otra civilización anterior, aún más avanzada.
La historia de los sirionós y el error de Holmberg contribuyeron a crear un relato que fue muy exitoso durante el siglo pasado, también por razones políticas y de activismo social y ecológico. Se trata del mito del Buen Salvaje, que es el poblador originario atrasado que vivía en medio de la naturaleza de una manera inocente y un tanto improvisada, y que no tenía un pensamiento profundo o una cultura. Esto queda en evidencia, por ejemplo, en la conexión entre el respeto por la naturaleza y los pueblos originarios americanos, la cual se refleja en la cultura popular de principios del siglo pasado. Sin embargo, con los años y gracias al cambio de mentalidad por las guerras mundiales y el aumento del activismo político que apoya a los pueblos nativos, poco a poco el terreno se ha vuelto más fértil para un nuevo tipo de narración. Esto, sumado a las nuevas tecnologías y estrategias de investigación, llevó a que se hiciera una revisión de la concepción que se tenía sobre los pueblos originarios americanos.