Taleb inicia su libro evidenciando que lo opuesto a frágil no es robusto, ni sólido o resistente como se podría pensar, sino “antifrágil”, un neologismo que indica algo o alguien que soporta traumas y adversidades, incluso beneficiándose de ellos.
A partir de la mitología antigua obtenemos tres modelos de lo que es frágil, robusto y antifrágil. Por ejemplo, Damocles es un ejemplo de fragilidad: se le permite participar en un suntuoso banquete, pero sobre su cabeza está suspendida la espada atada al techo por una crin de caballo. Damocles es frágil puesto que tarde o temprano la crin de caballo se romperá, es solo cuestión de tiempo.
Por otro lado, el Ave Fénix es una criatura robusta, ya que es capaz de renacer de sus propias cenizas, exactamente en su forma original, pero sin mejoras ni evolución.
La Hidra, similar a un reptil con numerosas cabezas, es el perfecto ejemplo de criatura antifragil: cada vez que le cortan una de sus cabezas, crecen dos en su lugar. Ante un daño recibido, responde mejorando sus condiciones.
Cuanto más evolucionan y se hacen complejas las sociedades, más se encuentran expuestas a graves traumas y adversidades, es un fenómeno inevitable. Por esta razón, para salir vencedores contrarrestando las desgracias, es necesario combinar una gran cantidad de fuerza con antifragilidad. Si privamos de factores de estrés a un sistema no significa que lo estemos haciendo bien, sino que le estamos generando daños. Debemos anhelar ser como el Ave Fénix o la Hidra, sino tarde o temprano la espada de Damocles nos golpeará.