El autor proviene de Corea del Sur, un país que, cuando él nació en 1963, se encontraba en situación de extrema pobreza. Pues bien, en poco más de cuarenta años las cosas han cambiado de forma increíble. Actualmente, Corea del Sur es un país próspero, desarrollado y con una renta per cápita muy alta. Este último dato, en particular, ha crecido significativamente después de un programa de industrialización lanzado en los años 70; nacieron nuevas empresas, se diseñaron y construyeron automóviles, y se dio un gran impulso a las exportaciones.
Para los coreanos, el desarrollo económico se ha convertido en una especie de obsesión. Pero, ¿cuáles son las razones de este éxito? Para muchos, la respuesta es muy sencilla: Corea ha seguido las reglas del libre mercado. Mantuvo baja la inflación, favoreció los negocios privados y el libre comercio, se abrió a la inversión extranjera y minimizó la intervención estatal. En definitiva, una aplicación rigurosa y sistemática de los principios del neoliberalismo. Pero según el autor, en realidad las cosas no fueron exactamente así. De hecho, el gobierno de Corea del Sur apoyó a algunas empresas seleccionadas en acuerdo con el resto del sector privado. Las apoyó imponiendo barreras aduaneras, ofreciendo subsidios y otros sistemas de intervención estatal. Y no solo eso: el gobierno era dueño de todos los bancos que concedían crédito. Además, las empresas públicas no estuvieron al margen ya que si había una oportunidad, lanzaban proyectos importantes, como POSCO, la empresa que más adelante se convirtió en líder en la producción de acero.
El enfoque del gobierno de Corea del Sur hacia las empresas privadas fue muy práctico y poco ideológico. Si funcionaban, les daba su aprobación. Si no funcionaban, a menudo se hacía cargo de ellas, las reacondicionaba y luego las vendía. El gobierno también creó empresas de propiedad pública. Adicionalmente, los aparatos estatales controlaban casi la totalidad de las divisas presentes en el país. Por lo tanto, es justo afirmar que los resultados obtenidos por Corea del Sur son el producto de una actitud flexible del gobierno, ya que no se entregó ciegamente al libre mercado, pero tampoco lo asfixió, como en cambio sí lo hicieron los países comunistas. En vista de que se realizaron intervenciones políticas donde se necesitaba una corrección, podemos afirmar que no se trató exactamente del triunfo del neoliberalismo, sino de una realidad mucho más compleja y articulada.