Durante el período de la pandemia, hemos presenciado un verdadero renacimiento de una práctica milenaria con efectos beneficiosos extraordinarios para el cuerpo y la mente: nadar en invierno. En un mundo cada vez más abrumado por la avalancha tecnológica que parece no querer ralentizar, es evidente, a partir de la creciente tendencia en los últimos años, que las personas quieren volver a sentirse bien. Se busca un retorno a las raíces, el contacto con la naturaleza, el delicado equilibrio entre la paz mental y el cuidado del cuerpo, y las actividades más sencillas para compartir en grupo.
Sin embargo, aún hoy en día para muchos, la mera idea de nadar en agua helada les provoca sorpresa y les hace fruncir el ceño. ¿Por qué nadar en agua fría? ¿Qué sentido tiene sufrir el frío cuando todos tenemos la posibilidad de disfrutar de un buen baño caliente y relajante?
Imaginemos que nos encontramos en un frío día de invierno, frente a un lago helado. Con cierta reticencia, nos desvestimos y en un instante nos sumergimos hasta los hombros en el agua fría. La pregunta surge espontáneamente: ¿por qué enfrentar tal tortura?
Efectivamente, a primera vista, nadar en invierno puede parecer una práctica extraña y peligrosa. En muchos países del mundo, la exposición al frío aún es poco común o incluso desconocida, especialmente para aquellos que viven en culturas del sur, donde se escuchan frases como "no entres en el agua después de comer" o "abrígate bien que el frío hace daño". Crecemos con la idea de que el agua fría es dolorosa y peligrosa, que el frío nos enferma y que actividades como ducharse con agua fría están reservadas solo para los más valientes o incluso consideradas "extremas". Desde niños asociamos el agua con la idea de ahogamiento y con el frío insoportable. En lugar de aprender a conocer y aprovechar el frío, tratamos de evitarlo.
Sin embargo, el libro de Susanna Søberg, basado en las investigaciones científicas más recientes, nos presenta una perspectiva nueva y emocionante: nadar en agua fría ofrece innumerables beneficios para la salud y, en general, contribuye a nuestra felicidad. Es una actividad social que nos hace más fuertes y nos ayuda a mantener un cuerpo más sano y en forma, sin olvidar los múltiples beneficios para la salud mental. De esta manera, el mensaje clave del libro es que no es necesario ser un superhéroe o un atleta para disfrutar de los beneficios de nadar en invierno, sino que todos (o casi todos) podemos aprender a hacerlo.
¿Por dónde empezar? El primer paso es aprender de los mejores: el método nórdico nos indica el camino. El segundo es conocer qué precauciones tomar para evitar errores de principiantes. ¿Y el tercero? Dejar de dudar y empezar a hacerlo. Si no lo intentamos, nunca podremos entenderlo.