Si eres de esas personas que creen que el éxito simplemente proviene de la suerte, seguramente cambiarás de opinión después de leer sobre Jamie Kern Lima. La suya es una historia muy inspiradora y que vale la pena conocer.
Jamie Kern Lima trabajaba como periodista en televisión y solía aparecer en videos. Amaba mucho su trabajo, ya que era el resultado de su propia elección por lo que al principio aceptó incluso no recibir una retribución económica para poder practicar y aprender el oficio.
Pero de repente, algo sucedió: sus mejillas empezaron a enrojecerse, y no lograba ejercer ningún control sobre estas manchas en su rostro. Está claro que para un periodista que trabaja en televisión la imagen juega un papel importante. Además, ningún maquillaje lograba cubrir las imperfecciones de su piel y el calor de las luces del estudio de televisión derretía su maquillaje. Lima aprendió que el trastorno que sufría tenía un nombre: rosácea.
Aunque no era una enfermedad grave, la rosácea era una limitación para su trabajo y un obstáculo para su tranquilidad. Intenta imaginar el efecto devastador que una enfermedad así puede tener en el estado de ánimo y la autoestima de una persona. De repente te sientes inseguro y casi avergonzado de hablar con la gente, por temor a lo que puedan pensar.
Para Lima fue muy duro superar el impacto de este malestar, que afortunadamente ella logró transformar en un deseo de poder resolver el problema y a su vez la estimuló a encontrar una solución. Fue en busca de un maquillaje específico, pero ninguno resolvía su problema. Parecía que todos hubieran sido creados para pieles tersas y sin problemas. Entonces, Lima empezó a soñar con la posibilidad de crear su propia línea de productos de maquillaje.
Era completamente inexperta, ya que venía del mundo del periodismo televisivo, y el maquillaje le servía solo para salir en televisión, pero como dicen, cuando estás desesperado te ves obligado a ser creativo. Su idea era innovadora: deseaba hacer productos para todas aquellas personas que tienen problemas de piel. No había nada parecido en el mercado y, de hecho, la imagen que transmitían las grandes empresas de cosmética era la de chicas con cuerpos de modelo y piel de bebé. ¿Cómo podrían reconocerse las mujeres más mayores en esas imágenes? La piel de una joven de veinte años nunca será comparable a la de una mujer de más de cuarenta. Lima intuyó que existía un nicho de mercado que aún no estaba cubierto.
Sin embargo, dado que una idea es solo una semilla que tenemos que regar, tuvo que ponerse manos a la obra. En aquel momento su autoestima estaba muy baja. Además de sentirse insegura a causa del rubor en sus mejillas, ningún inversionista parecía interesado en su propuesta. El mercado estaba saturado de productos y nadie creía que un maquillaje para personas con problemas de piel tuviera su público. Después de todo, empezó a pensar que si un producto no existe en un mercado, tal vez la razón sea que en realidad la demanda no es lo suficientemente fuerte.
Pasaron años de pruebas, errores y más intentos. Todos ellos fallaron, y además se le negaba la oportunidad de darse a conocer. Le decían que no había pruebas de la eficacia del producto, pero sobre todo que había un problema de imagen. La cultura dominante solo quería mostrar mujeres perfectas.
¡Piénsalo bien! Tienes una idea pero nadie te da la oportunidad de demostrar que es buena y que puede tener su público. En la mayoría de los casos, la gente acaba rindiéndose y renuncian a su proyecto porque es demasiado difícil. Jamie Kern Lima también estuvo a punto de caer en la trampa. Habían pasado los años y ella trabajaba las 24 horas del día en su proyecto junto a su esposo Paul, se gastaban mucho dinero en pruebas para darse a conocer, pero la respuesta siempre era negativa.
Pero existe una motivación que impide que te rindas: la fe ciega en lo que haces, un empujón interior que te hace contrarrestar todos los NO con acciones concretas.
Si logras superar los rechazos durante un largo período, al final obtendrás una recompensa, y esta es la autoestima. Precisamente, este sentimiento de seguridad surge del contacto con uno mismo y de la resistencia al fracaso. Las lecciones que se aprenden de los fracasos son las que conducen al éxito.