En Estados Unidos el racismo está muy extendido, y está estrechamente relacionado con la política social y cultural, por lo que hay ciudadanos estadounidenses de primera y de segunda categoría. Quienes necesitan creerse blancos son ciudadanos dignos de respeto, independientemente de sus cualidades personales, condición social u origen. Luego están todos los demás, los no blancos, que pagan la culpa de haber nacido con facciones diferentes de las de la clase dominante. Para quienes forman parte de este último grupo, realmente no hay justicia. Nacen con el estigma de no tener un control total sobre su cuerpo ni su vida, pues, solo por el color de su piel, en todo momento corren mayores riesgos que los que piensan que son blancos, la policía puede detenerlos y matarlos por su apariencia con mayor facilidad, sufren más injusticias y deben aprender a estar constantemente a la defensiva e bajar la cabeza cuando la situación no les favorece. El riesgo a ser arrestados, torturados o asesinados es demasiado alto como para exigir la misma justicia que se aplica a todos los demás.
La comunidad afroamericana forma parte de este segundo grupo y es víctima del estigma que todo recién nacido lleva desde su primer llanto. Esa distancia con el mundo de los privilegiados genera un clima de miedo y violencia interminable. Todo recién nacido de color, tarde o temprano se da cuenta de que, independientemente de cuánto trabaje o de cuán recto sea en su vida, jamás será lo suficiente como para estar a salvo del peligro que representa el color de su piel para su libertad y el control sobre su cuerpo. Debido a esta situación de desventaja (algo que no sabemos si alguna vez se superará), perdemos a muchas personas que no pueden luchar, mientras que todas las demás tienen que lidiar con el miedo constante de ser vulnerables, estar en peligro y no tener control sobre su propio cuerpo o el de sus hijos.
Teniendo esto en mente, el autor se dirige a su hijo para explicarle los peligros y las desventajas (pero también las ventajas y lo bello) de ser afroamericano. Muchos consejos se relacionan con la seguridad personal, porque tarde o temprano todo negro tiene que lidiar con el miedo a ser asesinado repentinamente, sin una razón aparente, sabiendo que el asesino pronto será puesto en libertad. Sin embargo, el mayor peligro de todos, que afecta la mente, las ideas y el pensamiento, es el concepto de Sueño, ese sueño americano del que todos hemos oído hablar. El Sueño brinda una visión de tranquilidad, de barrios burgueses donde todos tienen un hogar y son felices, jamás pasa nada desagradable y reina la tranquilidad. Estados Unidos promueve este espejismo, y para sostenerlo y perseguirlo necesita un antagonista. Al fin y al cabo, para que algo sea realmente bueno necesita contrastar con algo opuesto y negativo. Por esta razón, inventaron la raza. El Sueño destaca más si se pone en contraste con algo inherentemente inferior, bestial y negativo, y los soñadores pueden perseguirlo creando su propio mundo perfecto a partir de la exclusión. Por lo tanto, el Sueño mismo es la base de los conceptos de raza y racismo.
El problema con el Sueño es que es difícil de alcanzar para quienes no pueden sentirse blancos. El país también les vende el concepto del Sueño a los afroamericanos, les hace sentir que tienen la posibilidad de vivir dentro de la visión suburbana de tranquilidad y bienestar, pero al mismo tiempo lo vuelve inalcanzable. Para una persona de color, caer en la tentación del Sueño es justificar el mismo racismo que sufre todos los días por algo que en realidad es un espejismo, ya que es inalcanzable para todos los que no pueden definirse a sí mismos como blancos.