La vida de Suleika es la de una joven afortunada. Sus padres nunca le negaron la posibilidad de ser ella misma, y con su historia personal le enseñaron a ser abierta e interesada por el mundo. Su madre, de origen suizo, había dejado su casa de campo para mudarse a Nueva York, donde soñaba con ser una artista. Su padre había viajado por toda Europa (incluyendo Londres y París), tras obtener su título en su tierra natal, Túnez. Los dos se habían conocido en un bar de jazz, y poco tiempo después nació Suleika. Suleika era muy amada, creció entre cuentos en francés, los masajes de su madre y el estudio lleno de libros de su padre, quien le enseñó que la gente interesante no cuenta chismes, sino que habla de ideas. Todo iba bien. Tras graduarse en Princeton, encontró una pasantía en Nueva York, un pequeño apartamento compartido y muchos amigos. La otra cara de la moneda es que la pasantía no era remunerada, tenía más de diez compañeras de apartamento y con sus amigos participaba de fiestas alocadas que la dejaban agotada.
Este cansancio la obligaba a tomar "siestas" que podían durar incluso hasta seis horas, y además comenzó a sentir un malestar desconocido e inexplicable que se presentaba en forma de picazón imposible de ignorar, incluso durante el sueño. Después de unos meses, Suleika se vio obligada a abandonar su pasantía, ya que le resultaba imposible levantarse de la cama por las mañanas, las bebidas con mucha cafeína ya no eran suficientes para mantenerla despierta e incluso había comenzado a inhalar cocaína. Por esta razón aceptó el puesto de asistente legal en una oficina en París. Will, a quien había conocido recientemente, se mudó con ella, y la pareja vivió una etapa feliz que se vio interrumpida abruptamente cuando los análisis de sangre revelaron una anemia severa, que en ese momento Suleika atribuía a una menstruación abundante. Pasaban las semanas y la suplementación con hierro no aportaba la ayuda deseada. Entonces comenzó una larga serie de citas médicas que no llevaban a ningún resultado, hasta que el cansancio obligó a Suleika a ser hospitalizada. Cuando salió, lo hizo en silla de ruedas, empujada por un asistente de vuelo que la acompañó a Nueva York.