En la sociedad actual existe una creciente desconfianza hacia la opinión de los economistas. Esto pasa por varias razones, en primer lugar, por el papel de los medios de comunicación: debido a los plazos ajustados y a la inmediatez impuestos por los medios de comunicación modernos, los economistas que hablan con el público se inclinan a expresar opiniones que a menudo son drásticas y polarizadas. Esto conduce a reducir las cuestiones económicas complejas a simples frases hechas y clichés, que se propagan con rapidez debido a la amplificación de las redes sociales. Sin embargo, los economistas tienen mucho que decir sobre los grandes problemas del mundo, ya que estudian temas complejos como la influencia de la inmigración en los salarios, la redistribución de los recursos, las desigualdades sociales o la imposición fiscal a las empresas. Al ser científicos sociales, su trabajo es ofrecer hechos e interpretaciones que puedan ayudar a mediar en las divisiones. Por desgracia, en la sociedad actual el espacio para tales conversaciones parece estar disminuyendo y el pensamiento de la persona promedio a menudo se limita al de su círculo de compañeros o a la información que encuentra en la web y en las redes sociales, que a su vez está polarizada. De hecho, en ciertos aspectos las redes sociales se han convertido en la caja de resonancia de nuestras opiniones, ya que nos ofrecen el contenido que confirma lo que ya creemos. La economía no es una ciencia exacta y como resultado hay muy pocas certezas absolutas. Los economistas abordan los problemas con una combinación de intuición basada en la ciencia, conjeturas de la experiencia y una larga serie de pruebas y errores. Por esta razón, lo más valioso que a menudo pueden compartir no son sus conclusiones, sino el complejo camino que han tomado para llegar a ellas. Otro punto importante es que históricamente los economistas siempre han tenido una tendencia a adoptar una noción de bienestar demasiado estrecha, vinculada únicamente a los parámetros de los ingresos y el consumo material. Pero el hombre necesita algo más para tener una vida plena, partiendo de los profundos deseos de dignidad, pertenencia y contacto humano.