Las cartas morales a Lucilio son una producción tardía en el contexto literario de Séneca. Las escribió durante los últimos años de su vida, y es una obra que tiene gran valor. De hecho, la crítica las considera como su obra maestra de la filosofía moral. Están escritas en latín y se dividen en 22 libros, de los cuales dos se han perdido. Hasta nosotros han llegado 124 cartas que se dividen por tópicos o temas filosóficos, referentes a diferentes áreas de la vida cotidiana, como la gestión del tiempo, cómo vestirse para mostrarse en público, viajar por el mundo, e incluso saber controlar los instintos.
Séneca expone su opinión con la gracia de un maestro que tiene mucho que enseñar, pero que jamás deja de aprender. De hecho, su intención es enseñar, en el sentido de dejar información valiosa a la posteridad para vivir una vida que valga la pena vivir. En una de las epístolas, Séneca revela que muchas de las cosas que le escribe a su amigo Lucilio, el procurador imperial en Sicilia, son cosas que él mismo aprendió muy tarde en su vida, y que, por lo tanto, quería compartir para evitar que otros cometieran sus mismos errores.
No se sabe si las cartas realmente llegaron hasta Lucilio y si hubo un intercambio entre ellos, ya que las cartas son perfectas desde el punto de vista literario y parecen estar listas para ser publicadas.
De todos modos, aunque la duda estuviera bien fundada, el valor de las palabras de Séneca está fuera de duda. La sabiduría expresada en las cartas es una invitación constante a ser mejores y más conscientes.
Séneca escribe en primera persona y se dirige a su amigo Lucilio con un tono amistoso y palabras sencillas. Lo invita a ser prudente y a mantener el equilibrio, como si el camino correcto estuviera siempre en el medio de dos opuestos. Quienes logran mantenerse en el medio evitan los excesos, controlan sus emociones, se mantienen sanos y son capaces de discernir.
El equilibrio es una cualidad que se puede obtener con paciencia, predisponiendo el alma a la calma y el cuerpo a la escucha. También evitando los excesos se logra el equilibrio.
La peculiaridad de Séneca se refleja precisamente en su particular lenguaje. Para hacer que se comprenda un concepto, exagera la noción contraria. Por ejemplo, Séneca pide distanciarse de la extravagancia para invitar a la sobriedad, es decir, para enfatizar la importancia de la sencillez. Quienes son extravagantes en su forma de ser y vestir, más que progresar espiritualmente, buscan hacerse notar.
Al mismo tiempo, Séneca nos invita a buscar y seguir buenos ejemplos, y para ello, es importante que nos alejemos de la inmoralidad evitando las multitudes. Quienes se sienten cómodos en la multitud pierden su individualidad, y se vuelven incapaces de regresar al camino correcto.