No hay una sola manera de dar un buen discurso: hay demasiadas cosas que decir, demasiada gente con la que hablar y demasiadas personas para escuchar. Esta variedad hace que sea imposible encontrar un modelo válido para todas las ocasiones. De hecho, cuando el público se da cuenta de que un discurso es artificial, se siente manipulado y pierde todo el interés. Lo único que realmente importa es presentar un tema estimulante y hacerlo de una manera auténtica y personal. Hoy en día la mejor manera de dejar huella no es dejar algo escrito, sino difundir las palabras y la propia pasión por todas partes, y hacerlo a la velocidad de la luz gracias a Internet. Para hacerlo de la mejor manera se puede interiorizar la "habilidad comunicativa" o, como decían los antiguos filósofos, el arte de la retórica.