La vida puede ser espléndida y al mismo tiempo dura, tortuosa y complicada. Nadie está excluido de la batalla personal que representa, la cual empieza cada día en la mañana cuando nos levantamos de la cama. En este desafío con uno mismo es muy fácil perder de vista nuestras aspiraciones y nuestros deseos, y podemos acabar respondiendo de manera automática a lo que nos sucede a lo largo del día. Establecer objetivos puede ayudarnos a superar la inactividad y la desmotivación, pero a menudo no lo conseguimos. ¿Cómo es posible?
El motivo es que el cuerpo humano y la mente están programados para la inactividad, o mejor dicho, para alcanzar un estado de calma. Pero esta condición no puede lograrse sin esfuerzo. Cuando el cuerpo se siente satisfecho, cómodo y seguro, se duerme en los laureles, y hay una área específica de nuestra mente que también actúa así. Mientras tanto, existe otra área del cerebro que continúa en estado de alerta y preparada para cualquier evento que pueda presentarse en el futuro, creando una ambivalencia que, a menudo, es conflictiva. De hecho, la previsión y el control del propio destino que han permitido que la humanidad sobreviva a lo largo de los milenios es nuestro rasgo distintivo.
Esta voluntad biológica de sobrevivir, cada día se encuentra con más obstáculos en una sociedad donde el imaginario social pone constantemente a prueba nuestra identidad, a través de expectativas idealizadas. Para conseguir salir de este círculo y encontrar la fuerza de voluntad necesaria para fijarnos objetivos y perseguirlos, es importante comprender de dónde vienen las motivaciones de ciertos hábitos que tenemos. Muchas de nuestras acciones cotidianas o elecciones de vida pueden verse influenciadas por factores externos (las redes sociales, la familia, etc…) y no tienen la misma fuerza de lo que es intrínseco en nuestra persona. Por lo tanto, conseguir cultivar una motivación propia es el primer paso del camino hacia un crecimiento sólido y exitoso.
Según Anthony Raymond, para conseguirlo podemos inspirarnos en las múltiples formas de saber que la humanidad ha desarrollado a lo largo de los siglos y, en este caso concreto, nos invita a prestar atención a algunos conceptos básicos de las culturas japonesa y china.