La historia de Frank Bettger es un cuento con un final feliz.
Nacido en 1888, su padre murió cuando aún era un niño dejando atrás a una madre con cinco hijos. Por culpa del tifus, la escarlatina y la difteria perdió a tres de sus hermanos. La vida había sido cruel y el pequeño Bettger no conseguía encontrar motivos para sonreír.
Dejó los estudios a los 11 años para convertirse en jugador de béisbol profesional. Jugaba en el equipo de primera división de Johnstown, en Pennsylvania. Un día, cuando tenía 19 años, el entrenador le despidió y le dijo que era demasiado “vago”. Bettger se sorprendió muchísimo y, visto que tenía dificultades económicas, rápidamente cambió de equipo.
Empezó a jugar con la Liga Atlántica de Chester aceptando una paga de 25 dólares en vez de los 175 dólares que ganaba en el otro equipo. Ya que nadie conocía su historia precedente, decidió crearse la fama de jugador entusiasta. De esta manera, rápidamente se distinguió por su ímpetu y entusiasmo. Durante su primer partido marcó el punto decisivo para la victoria. Incluso publicaron un artículo en el periódico en el que lo describían como un "verdadero barril de dinamita".
Por diversión, Bettger envió el recorte de periódico a su antiguo entrenador que le había despedido.
La experiencia de juego en su nuevo equipo le permitió descubrir los efectos beneficiosos del entusiasmo: la ansiedad había desaparecido y entendió que el entusiasmo es contagioso si se comparte con el equipo.
En tan solo 10 días Bettger pasó de ganar 25 dólares a 85 dólares mensuales.
Pero un día, debido a una lesión, se vio obligado a dejar el béisbol y su prometedora carrera.
Tenía que volver a empezar, y visto que tenía gastos, debía encontrar un nuevo trabajo lo más rápido posible.
Así que empezó a trabajar como vendedor para la empresa de seguros Fidelity. Sin entusiasmo ni formación de ningún tipo, Bettger obtenía resultados muy escasos. Le faltaba una metodología, y sobre todo confianza en sí mismo. Ya que era una persona curiosa y quería tener éxito, se inscribió a un curso de Public Speaking para aprender a hablar en público, impartido por Dale Carnegie, el famoso escritor y formador de managers, que justo en ese momento empezaba a dar conferencias por todos los Estados Unidos.
Para Bettger fue un encuentro importante por dos motivos: el primero porque Carnegie pidió a Bettger que interviniera en la conferencia que estaba organizando, obligándolo a hablar delante de un público que escuchaba y hacía preguntas. El segundo motivo porque el curso proponía afrontar la vida de la misma manera en como Bettger lo había hecho en sus últimos años como jugador. Fue Carnegie, al oír hablar a Bettger por primera vez, el que le hizo la pregunta adecuada en el momento adecuado: “¿te interesa lo que estás diciendo? Si tú no estás convencido de lo que dices, nadie mostrará interés".
Lo que Carnegie le dijo sobre el entusiasmo fue desvelador para Bettger. Desde ese momento Bettger actuó siempre con entusiasmo, porque algo hecho con entusiasmo atrae entusiasmo, y los negocios se hacen con entusiasmo.