Cuando pensamos en un comportamiento tendemos a asociarlo con una reacción producto de un evento desencadenante. Por otra parte, es un principio conocido que a una provocación le sigue una acción.
De hecho, esta explicación, por cuanto plausible, no es exhaustiva. Al contrario, describe el fenómeno de manera parcial.
Existen varias disciplinas que estudian el comportamiento y cada una de ellas aporta su propia interpretación, esto quiere decir que todas ellas observan aspectos específicos asignando un significado diferente a un mismo comportamiento. Así que diferentes disciplinas producen diferentes respuestas. El discurso es bastante complejo, pero es interesante acercarse al argumento y entender cuánto el comportamiento deriva de un conjunto de factores neurológicos, hormonales y ambientales que todos juntos colaboran a la realización de una acción.
Uno de los comportamientos que Robert Sapolsky intenta explicar en su libro casi enciclopédico está relacionado con la violencia. Cuando pensamos en la violencia, la reacción más inmediata es rechazar cualquier tipo de acción incontrolada sin pensar que existe una forma de violencia gratuita, mala y nefasta, y otra forma de violencia parecida a una agresividad buena, entendida como estímulo.
No es una casualidad que los equipos deportivos tengan nombres de animales agresivos, como los Leones, Tigres o los Osos. No hay que condenar la agresividad en sí.
La violencia forma parte de la naturaleza humana, entenderla bien podría ser difícil pero se puede intentar tomando en consideración la biología.
Robert Sapolsky intenta reconstruir todo el proceso. Cuando se lleva a cabo una acción, se pregunta qué es lo que ha sucedido, desde el punto de vista biológico, un segundo antes, un minuto antes, una hora antes… y así sucesivamente hasta tener en cuenta sucesos de días o incluso meses antes.
De esta manera se realiza un verdadero viaje en la complejidad del hombre.