La historia está llena de hechos en los que un individuo tomó el poder por la fuerza y eliminó a los posibles rivales. El ejemplo que da el autor es el naufragio del Batavia, que ocurrió en 1629 frente a las costas australianas. Un farmacéutico llamado Jeronimus Cornelisz, que viajaba a bordo del barco, estaba planeando un motín junto con otros miembros de la tripulación. Pero el plan fracasó cuando el Batavia se partió en dos. Muchos hombres murieron y otros escaparon en los botes salvavidas junto con el capitán. Cornelisz se salvó y terminó en una isla con otros sobrevivientes. Estando lejos de la civilización, en un ambiente hostil y desconocido, inmediatamente reconstruyeron el modelo jerárquico de mando que prevalecía en el barco. Cornelisz se deshizo de todas aquellas personas que podrían haber sido un problema para él y asumió toda la autoridad. En poco tiempo, ya ni siquiera se molestó en ocultar la violencia y los homicidios, y para cuando el capitán del Batavia logró llegar hasta ellos con una misión de rescate, Cornelisz ya había eliminado a más de cien personas, por lo que fue condenado a muerte.
Sin embargo, hay eventos similares que terminaron de una manera muy diferente. Klaas recuerda que en 1965, en otro lugar de la costa australiana, unos niños perdieron el control de un pequeño bote a causa de una tormenta. Pudieron llegar hasta una isla rocosa en la que anidaban muchas aves, por lo que en primer lugar se organizaron para capturarlas y obtener de ellas el alimento y los líquidos que necesitaban para sobrevivir. Lograron construir refugios colaborando entre ellos y cuidaron a un compañero que había resultado herido. Cuando un pescador se acercó accidentalmente al islote, los vio y pidió ayuda por radio.
¿Cómo es posible que las dos historias acabaran de manera tan diferente? El objetivo de la investigación de Klaas es responder a una serie de interrogantes sobre el poder, las dinámicas con las que las personas lo obtienen y lo mantienen, y los cambios que provoca en cada uno de nosotros.