¿A cuántas personas hemos oído hablar del llamado “mito de la creatividad”?
Visto que, de todos modos, se trata de un mito, los autores creen firmemente en la existencia de la llamada “seguridad creativa”, que se basa en la creencia de que todas las personas son creativas. La verdad es que la mayoría de la gente casi nunca deja realmente libre su lado creativo, y le corta las alas a su potencial.
La llamada “seguridad creativa” equivale a creer en nuestra habilidad para cambiar el mundo que nos rodea. Consiste en la convicción de que podemos alcanzar los objetivos que nos hemos fijado. Además es una capacidad que debemos ejercitar, igual que un músculo de nuestro cuerpo.
La creatividad se manifiesta cada vez que tenemos la oportunidad de generar nuevas ideas, soluciones y estrategias: en el mundo de los negocios la creatividad se expresa en forma de innovación.
En una investigación reciente, IBM ha demostrado que para más de 1500 directores generales, la creatividad es la competencia más importante para afrontar el complejo mercado actual.
Lo que sorprende es la velocidad con la que las personas pueden aportar su curiosidad, imaginación y coraje con una pequeña dosis de motivación y ejercitación.
Todos podemos ser personas creativas. No es que el poder de la imaginación esté en manos de un grupo reducido de personas, pero en realidad solo algunos la ponen en práctica.
Lo que hay que hacer es ayudar a las personas a redescubrir su creatividad, no es necesario construirla desde cero: todos la tenemos, solo tenemos que ejercitarla adecuadamente. De hecho, para demasiadas personas se trata de una capacidad que tienen literalmente bloqueada, pero puede y debe desbloquearse. La seguridad creativa es simplemente una manera de vivir y moverse en el mundo que genera nuevos planteamientos y nuevas soluciones.
Sin importar cuál sea nuestra profesión, cuando vemos nuestro trabajo con creatividad, podemos encontrar mejores soluciones y nuevas ideas para obtener más éxito.
Albert Bandura, un psicólogo y docente de la Universidad de Stanford, ha demostrado que los sistemas de convicciones influyen en los comportamientos, los objetivos y las percepciones de cada uno de nosotros. Bandura llama a este mecanismo autoeficacia y se trata de un proceso cognitivo fundamental para el análisis de las personas.