Nuestra capacidad de ser líderes valientes no puede ser superior a nuestra capacidad de ser vulnerables. Esto porque, en definitiva, el verdadero obstáculo del liderazgo valiente es la manera en que respondemos a nuestros miedos.
En otras palabras, nunca podremos ser líderes valientes mientras la relación que tenemos con nuestros miedos esté mediada por nuestra coraza —es decir todos esos pensamientos, emociones y comportamientos que utilizamos para protegernos cuando no estamos dispuestos a enfrentarnos a nuestra naturaleza vulnerable.
Cuando, dentro de cualquier organización, la cultura dominante requiere llevar una coraza de protección para nuestro ser, no podremos esperar ni un compromiso sincero ni un trabajo innovador. La razón es bastante intuitiva: nadie puede crecer ni contribuir plenamente desde el interior de una coraza.
Para tratar con nuestra vulnerabilidad es necesario deshacernos de nuestra coraza. De hecho, la vulnerabilidad puede definirse como esa emoción que experimentamos en momentos de incertidumbre, riesgo y exposición emocional. La vulnerabilidad no es ganar o perder: es tener el valor de estar presentes cuando no podemos controlar el resultado.
Ser conscientes de nuestra vulnerabilidad significa aprender a relacionarnos con esta emoción y entender de qué manera guía nuestro pensamiento y nuestro comportamiento para permanecer alineados con nuestros valores y vivir de acuerdo con nuestra integridad. Evitar acercarnos a nuestra naturaleza vulnerable significa dejar que sea el miedo el que nos guíe, llevándonos casi siempre a fracasos dolorosos.
Acercarse a la vulnerabilidad significa aceptar las situaciones que nos hacen sentir inseguros y expuestos, como por ejemplo una discusión importante o pedir una opinión sobre nuestro trabajo.
Para desarrollar la vulnerabilidad dentro de una organización, se necesitan límites claros y seguridad psicológica. Esta última hace que sea posible recibir críticas y mantener conversaciones difíciles sin necesidad de darle vueltas al asunto, ya que en los ambientes psicológicamente seguros no se juzga a las personas cuando se equivocan. Los elementos que obstaculizan la seguridad psicológica en los equipos y los grupos son el juicio, los consejos no solicitados, la interrupción y la difusión fuera de la reunión del equipo.