Daring Greatly

Todos hemos sentido vergüenza al menos una vez en la vida, y para muchos de nosotros se activa cuando nos preocupamos por la opinión de los demás.

Pero para entender de qué manera funciona este mecanismo necesitamos ir al origen de nuestras necesidades humanas, es decir: conexión, amor y pertenencia.

Como animales sociales, buscamos la compañía y la presencia de los demás, es decir la pertenencia a un grupo específico.

Por este motivo, cuando surge el temor de no ser suficientemente merecedores de amor, consideración y aceptación, entra en juego la vergüenza como mecanismo de defensa y supervivencia.

Pero la vergüenza es claramente dañina para cada uno de nosotros.

Nos impide vivir una vida digna de ser vivida.

Nos priva del derecho de atrevernos, de mostrarnos por lo que somos y de ser auténticos.

Nos hace ser espectadores y no protagonistas de nuestro propio espectáculo de vida.

De hecho, en sus investigaciones, la autora nos demuestra que la vergüenza no ayuda a aumentar la confianza en nosotros mismos ni nuestra autoestima, en cambio, solo nos genera actitudes negativas y dinámicas tóxicas que no tienen ningún impacto positivo para nosotros ni para la sociedad.