La inteligencia artificial se ha desarrollado exponencialmente en los últimos años no solo en el ámbito médico, sino en todos los demás, como por ejemplo la tecnología de los teléfonos celulares, los sistemas de respuesta por voz o los algoritmos de internet. Si bien ha incorporado importantes mejoras en la agilización de muchos procesos, por otro lado ha alejado al hombre de sus responsabilidades. El impacto está siendo tan fuerte y rápido que podríamos hablar de la cuarta revolución industrial. La inteligencia artificial, la robótica y los macrodatos han condicionado el progreso, para bien o para mal. Si el intelecto humano los interpreta y los guía, pueden traer grandes beneficios, pero si se los deja actuar solos, pueden causar mucho daño.
Sin embargo, se debe fomentar el uso de la inteligencia artificial debido a los beneficios concretos que podría aportar a la sociedad.
Por ejemplo, entre las muchas cosas que puede hacer la inteligencia artificial están la conducción automática, componer música y canciones, escribir textos y artículos o leer los labios.
Estamos rodeados de máquinas de todo tipo, y como los beneficios son evidentes, es conveniente seguir estudiando el potencial del aprendizaje profundo para poder ofrecer cada vez más soluciones.
Por ejemplo, se llevaron a cabo estudios muy interesantes sobre el uso de los teléfonos celulares. Un algoritmo podría predecir el comportamiento de una persona analizando sus acciones mientras utiliza el teléfono. Por ejemplo, según el tipo de navegación, la aparición recurrente de ciertas palabras, o incluso con el análisis de las fotos publicadas o comentadas en Instagram se podría detectar una tendencia a la depresión.
Por lo tanto, hay que fomentar la inteligencia artificial, pero siempre manteniéndola bajo control.