Derribando muros

Cuando intentamos explicar el significado del arte, las palabras parecen no ser suficientes. El lenguaje artístico tiene la capacidad de revelar realidades y verdades que en la vida cotidiana parecen ser inaccesibles. Con el arte, la muerte, lo bello o el amor dejan de ser solo ideas y podemos encontrar la manera de darles un rostro. El arte nos habla de la vida real, y si hay una artista que a lo largo del siglo XX ha sabido insistir en este aspecto, esa es Marina Abramović, la representante más icónica del arte performativo.

Su arte ha logrado expandir los rígidos límites de los círculos de aficionados, lo que ha provocado que en los últimos años se convierta en un gran fenómeno mediático que ha ingresado legítimamente en la cultura popular. Gran parte de su aura magnética también proviene de la transparencia con la que Marina se ha presentado al público, ya que nunca se frenó al compartir las alegrías y dolores de su vida privada y espiritual. En su biografía Derribando muros repasa la historia de su vida, sus éxitos y fracasos, la relación complicada con sus padres y su interminable conexión con el trabajo artístico. Una vida al límite, que empezó con una infancia tumultuosa en la Yugoslavia postsoviética, y marcada por las innumerables disputas entre sus padres, ambos héroes de guerra, él militar y ella partisana. Sin embargo, lograron transmitirle a su hija una gran pasión por el arte y un fuerte espíritu, lo que ayudaría a Marina a superar el miedo y el dolor en el transcurso de las performances en los años venideros. En la adolescencia, comenzó a experimentar con la pintura, con lo que dio inicio a su historia como artista.