Cuando pensamos en la espiritualidad, la palabra despertar suele estar presente. Entonces pensamos que ser religiosos y seguir reglas dictadas por los místicos y los gurús, puede ayudarnos a despertar de la condición de inconsciencia en la que nos encontramos. Creemos que si nos dedicamos a la oración, a la caridad y seguimos los dictámenes, entonces estaremos iluminados, despiertos y presentes. Pero esto es un completo error: el despertar y la toma de consciencia no se encuentran simplemente siguiendo las reglas que otros escribieron, sino que son un camino individual y personal que debe realizarse desde el interior, dentro nuestro, y rara vez toca el mundo exterior.
Muchas religiones nos dicen que siguiendo ciertas reglas podremos despertar, independientemente del credo. Sin embargo, la gran mayoría de la población mundial vive la vida de manera inconsciente, como si estuvieran dormidos. Los acontecimientos suceden y los años pasan sin que un atisbo de consciencia se asome en la vida de muchos de nosotros. Esto es una verdadera lástima, porque una vida vivida inconscientemente no contempla la felicidad: es una sucesión de miedo, angustia y ansiedad basada en un sentimiento de culpa, juicio e insatisfacción. Quienes viven de esta manera ponen su atención en los detalles y los conceptos que distraen del bienestar, y sienten dolor y miedo ante la dificultad de aceptar una verdad cruda pero real: la vida no tiene un sentido completo, y aunque lo tuviera, seguramente nuestras mentes no podrían concebirlo completamente. Por lo tanto, sentirse insatisfecho porque no podemos encontrar un sentido, o prestar demasiada atención a los asuntos y valores mundanos es inútil.
De esta manera se deduce que el despertar solo puede darse si cambiamos la visión que tenemos del mundo, que debemos aprender a mirar con desapego, alejándonos de conceptos y etiquetas y apreciando la vida tal y como es. El hecho de que para muchos sea una pesadilla, una batalla continua y una sucesión de infelicidades se debe a los prejuicios que nos han inculcado desde pequeños, y deshacernos de ellos para observar el mundo con nuevos ojos es imperativo si queremos ser felices y despertar. Solo aquellos que sean capaces de observar la vida, el mundo y los demás con consciencia, podrán considerar que están despiertos, y finalmente podrán alcanzar la felicidad y disfrutar plenamente de la vida.