Disciplina Positiva

En algún momento era normal pensar que, para que un niño aprendiera a comportarse mejor, era fundamental hacerlo sentir peor y hacerle pagar por lo que había hecho. La disciplina positiva se basa en la premisa fundamental de que esto no es cierto y que a menudo el castigo acarrea malas consecuencias. 

La confianza que tienen los adultos en el castigo como único método para lograr disciplina se debe a su propia dificultad para cuestionar su propio comportamiento y cómo este influye en los de sus hijos y estudiantes. En realidad, uno de los mejores métodos de enseñanza es el buen ejemplo. Puede que el castigo funcionara en una época en la que la sumisión era una regla aceptada en general, cuando la madre aún estaba subordinada al padre y la familia estaba regida por una escala social y jerárquica rígida. Pero, ¿en verdad queremos volver a ese modelo?

Con respecto al pasado, los niños han perdido muchas oportunidades para desarrollar sus habilidades sociales y prácticas, porque no participan mucho en las tareas domésticas y familiares, siempre están protegidos y nunca son incentivados para arreglarse por cuenta propia de forma autónoma. En consecuencia, carecen del sentido de pertenencia y utilidad que en el pasado hubieran desarrollado de manera más natural, ya que así se sentirían necesarios para la economía doméstica. Actualmente, el método punitivo carece de sentido y efectividad. Por un lado, es muy difícil que el niño soporte la sumisión sin un motivo, y por el otro, tiende a sentirse cada vez menos amado debido al castigo recibido. En definitiva, puede que el castigo a corto plazo todavía tenga cierta efectividad, pero a la larga dará lugar a una serie de problemas de la personalidad, como resentimiento, deseo de venganza y rebelión, aislamiento y renuncia. Si aplicamos la disciplina positiva, no tendremos que aceptar esas consecuencias.