Si prestamos atención, veremos que estamos literalmente rodeados de marcas y sus logos; hasta tal punto que casi no nos damos cuenta de su presencia. Se estima que un estadounidense medio está expuesto a 16.000 estímulos publicitarios al día, entre pancartas, imágenes, logos y etiquetas. Podría parecernos un número desproporcionado, pero si reflexionamos, no lo es tanto. Desde que nos despertamos, hasta que nos vamos a dormir, ¿cuántas marcas vemos? Para muchos de nosotros, un día normal empieza con el despertador del celular, que nos muestra los varios iconos de Google, Chrome, la marca del teléfono, y sin darnos cuenta, antes de sentarnos a tomar café, ya hemos visto unas diez o veinte marcas con logos fantasiosos. Ya no les prestamos atención, pero todos estos símbolos e iconos son el fruto del trabajo de profesionales que los han diseñado exactamente para que entrasen en nuestras vidas, y se quedaran para siempre. Encendemos la cafetera, un logo, comemos galletas, otro logo, los cereales, la leche; luego vamos al baño y nos encontramos con otras marcas. Podríamos explicar la historia de un día normal de nuestras vidas solo con las fotografías de los productos que pasan delante de nuestros ojos, cada uno con un bonito logo que nos recuerda que detrás de ese objeto existe un mundo que alguien ha creado con un propósito y que ha sabido explicar y resumir con un símbolo. Cada día estamos más rodeados de nuevas informaciones y estímulos, gran parte de los cuales entran por el canal visual, y son tantos que es muy fácil confundirlos, creando confusión. Es exactamente por este motivo que hoy más que nunca una marca necesita diferenciarse de la multitud. ¿Cómo podemos diferenciarnos? Es precisamente por esta pregunta que el trabajo de un diseñador de logos es importante; este reto continuo ofrece a los diseñadores la oportunidad de crear marcas icónicas, capaces de llamar la atención brillando entre la masa.