La visión que un individuo tiene del mundo depende estrictamente del tipo de lenguaje que utilice, y por esa razón no todas las personas perciben la realidad de la misma manera. Por ejemplo, las características gramaticales de una lengua influyen notablemente en la manera en que se consideran conceptos como el tiempo y el espacio, y en los procesos lógicos en general. Estas diferencias se hacen evidentes al aprender un nuevo idioma, ya que es fácil tener dificultades para comprender ciertas construcciones gramaticales y cuándo usarlas correctamente.
A lo largo de la historia de la humanidad, tanto la forma como la tecnología que subyacen al discurso público contribuyeron a forjar la manera de expresarse de las personas, las ideas que tienen e incluso la definición del concepto de verdad. De hecho, no hay una manera universal de percibir la verdad. Cada civilización la identifica en función de las formas de comunicación que utiliza, e incluso dentro de la propia sociedad, este concepto puede cambiar con el tiempo.
Por esta misma razón, la forma en que se organiza el discurso público también depende de los prejuicios de los medios que utiliza. Por ejemplo, en una cultura oral se dará mucha importancia a aquellos que recuerdan los proverbios, porque la verdad se transmite a través de estas historias, mientras que en una cultura basada en la palabra escrita los proverbios orales le parecerán pintorescos, y buscará la verdad por escrito como el único medio autorizado para preservarla.
El teórico de los medios Marshall McLuhan afirmaba que el medio es el mensaje, es decir, que el contenido de cualquier medio, ya sea un libro, un programa de televisión o un discurso en vivo, se define por el tipo de medio que lo presenta. Neil Postman, otrora alumno de McLuhan, propone una modificación a esta premisa, y señala que, para él, el medio no es el mensaje, sino la metáfora. Esto se debe a que herramientas como la televisión comunican indirectamente, y así desvían la atención de las personas, que ya no son capaces de comprender la importancia de los medios para el desarrollo de su propia cultura.
Cuando el año 1984 terminó, la gente respiró aliviada porque nada de lo que George Orwell describió en su novela distópica 1984 se había hecho realidad. Orwell planteaba la hipótesis del advenimiento de un escenario totalitario en el que los pensamientos y las acciones serían oprimidos por las fuerzas de control del gobierno. Pero, para Neil Postman, sin darse cuenta, los Estados Unidos de aquellos años se dirigían hacia otro escenario distópico que unos años antes había planteado Aldous Huxley en su libro Un mundo feliz.Huxley había imaginado un mundo en el que las debilidades humanas y el consiguiente deseo de diversión y placer llevarían a las personas a la pereza, la estupidez y la incompetencia intelectual. En este limbo existencial sin salida, la tecnología del entretenimiento reemplazaría a la democracia, con lo que se convertiría en la ideología dominante.