“Haz lo que te gusta y no trabajarás ni un solo día de tu vida” decía el filósofo chino Confucio. A nadie le gusta trabajar, excepto a esas personas que han decidido trabajar en algo que realmente les gusta, en lo que creen y en lo que son buenos. Intentar ser productivo en un trabajo que no nos interesa es como buscar una artimaña para leer un libro más rápido. Si a una persona le gusta leer, ¿por qué debería acabarse el libro lo antes posible? Si en cambio se trata solo de un libro en concreto, ¿no será que no es lo suficientemente interesante para nosotros? Y por lo tanto, ¿por qué continuar leyéndolo? Posponer un trabajo por el cual no sentimos pasión es inevitable, independientemente de todos los consejos que los expertos en productividad puedan darnos. Quien procrastina contínuamente una tarea, debería en primer lugar preguntarse si está haciendo ese trabajo motivado por una auténtica pasión o solo por el deber. En el segundo caso, es mejor abandonar el objetivo y focalizarse en otro. A menudo, la pasión y la capacidad se cruzan. De hecho, puede suceder que una tarea no nos apasione enseguida pero que seamos buenos en ella. En este caso, tal y como escribió Ramit Sethi, saber que somos muy buenos en algo, hará que nos guste. Por lo tanto, la procrastinación puede ser una señal de que no estamos realmente interesados en lo que estamos haciendo o que no tiene ningún valor para nosotros. Es normal que dentro de nuestro trabajo tengamos que realizar actividades que no nos gustan o que nos aburren. Por ejemplo, a un artesano le podrá gustar mucho crear sus productos pero mucho menos venderlos. Lo más importante en realidad es entender si la mayoría de las mansiones a las que nos dedicamos cotidianamente nos agradan —o si somos buenos. Si la respuesta es no, la única solución para evitar la procrastinación y sus efectos negativos es modificar nuestro trabajo.
La procrastinación tiene un coste: estrés, ansiedad y baja autoestima son algunas de las consecuencias de vivir una vida basada en la procrastinación. De hecho, es una costumbre que se insinúa en la cotidianidad de una persona sin que esta se dé cuenta y, desde un punto de vista científico, se considera una adicción igual que la droga o el alcohol. Un ejemplo: ¿a quién no le ha sucedido alguna vez que interrumpe un momento su trabajo para mirar algo en internet y horas más tarde aún está navegando sin un objetivo productivo?