El cerebro humano tiene dos maneras diferentes de pensar y evaluar, dependiendo si son cosas que podemos poseer con facilidad o si, en cambio, son cosas que no podemos obtener de manera inmediata. De la primera lista forma parte todo aquello que es fruto de nuestro trabajo, que se nos ha dado o que nos hemos encontrado por casualidad, como una computadora u otros objetos. De la segunda lista, en cambio, forma parte todo lo que está lejos de nuestro punto de observación, como el cielo, los bosques, los edificios y todo lo que podemos ver si levantamos la cabeza. Los autores definen a estos dos sistemas “el reino del arriba y el reino del abajo”. Abajo se encuentra lo que podemos obtener con facilidad, en cambio arriba se encuentra aquello que solo podremos obtener si nos esforzamos, y por lo tanto tendremos que calcular, planificar y hacer un esfuerzo.
El cerebro gestiona esta diversidad a través de diferentes recorridos: lo que es fácil de obtener está relacionado con una serie de neurotransmisores que nos hacen experimentar satisfacción por lo que poseemos aquí y ahora. En cambio, todo el resto tiene que ver con una sola molécula que controla nuestro deseo por lo que aún no está en nuestras manos y no es fácil de obtener. Querer viajar al espacio, hacerse famoso o alcanzar un objetivo desafiante son todos deseos relacionados con esta molécula, la dopamina, descubierta en 1957 por el investigador Katheleen Montagu del Runwell Hospital, cerca de Londres. Esta alimenta el deseo y nos empuja a perseguirlo, cueste lo que cueste. Solo el 0,0005% de las células cerebrales la produce, aún así la dopamina determina el comportamiento del ser humano más que cualquier otra molécula presente en nuestro organismo.