Le dieron muy poca importancia al dormir hasta que quedó clara la correlación entre la falta de sueño y muchos problemas de salud, como las enfermedades cardíacas, la obesidad y la ansiedad. Hasta mediados de la década de 1990 el ritmo de vida era más simple: el trabajo se terminaba al salir de la oficina, las tiendas estaban cerradas los domingos, ni siquiera considerábamos la idea de estar constantemente conectados. Desde entonces, la idea de un buen sueño de 8 horas se convirtió rápidamente en una leyenda extravagante.
Un británico promedio duerme poco más de seis horas y media, mientras que la mayoría de la población duerme apenas seis horas. Además, el 7% solo duerme tres horas por noche. La luz artificial, la tecnología y los viajes en avión son enemigos del proceso natural que llamamos sueño. Somos criaturas extremadamente adaptables, pero no podemos mantener estos ritmos por mucho tiempo.
El ritmo circadiano es un ciclo de 24 horas gestionado por nuestro reloj corporal. Este reloj, que actúa desde la parte inferior del cerebro, regula los patrones de sueño y nutrición, la producción de hormonas, la regulación de la temperatura corporal, el estado de ánimo y la digestión, en un proceso que dura precisamente 24 horas. Es el resultado de millones de años de evolución, perfectamente diseñado para trabajar en armonía con la rotación de la Tierra. Por ejemplo, nuestro cuerpo produce melatonina entre las 9:00 pm y 6:00 am; a las 3:30 de la madrugada nuestra temperatura corporal es la más baja del día; el momento de máxima vigilia es alrededor de las 10:00 am; y nuestra eficiencia cardiovascular alcanza su pico a las 5:00 pm.
El sueño también está regulado por otro componente, la presión homeostática del sueño, un indicador de la necesidad de dormir. Esta necesidad se activa desde el momento en que nos despertamos y cuanto más tiempo estamos despiertos, más fuerte se vuelve. En ratones sanos, durante las horas de vigilia, alrededor de ochenta proteínas acumulan marcadores químicos a intervalos regulares de tiempo, que tienen en cuenta el período transcurrido desde el último sueño. Cuantos más marcadores hay, más urgente es la necesidad de dormir para restablecer el sistema y devolver las proteínas a la condición inicial.
Si dormimos regularmente, la presión homeostática, es decir, nuestra necesidad de dormir, tendrá su pico coincidiendo con nuestro impulso circadiano, permitiéndonos dormir el número ideal de horas de sueño. Durante la noche tendemos a alcanzar nuestro período de sueño más efectivo alrededor de las 2:00 - 3:00 de la mañana.