La economía es una ciencia social que ha presentado muchas teorías discordantes a lo largo de los siglos. Debido a su dependencia de las contingencias históricas y psicológicas, resulta imposible un enfoque concreto y matemático. Sin embargo, entre todas las teorías que propusieron los autores más dispares, hay algunas verdades que son más sólidas que otras. Una de ellas es la idea de que la economía es una disciplina que se dedica a estudiar las consecuencias generales de un sistema.
Cualquier grupo social, nación u organización social humana, tiene distintos intereses en su conformación que muchas veces son irreconciliables entre sí, y según Henry Hazlitt, la tarea de la economía es precisamente superar este conflicto. Sin embargo, muchas escuelas de pensamiento y muchos responsables de tomar decisiones siguen presentando ideas falaces. La mayor de ellas es precisamente la incapacidad de ver el esquema general y los efectos secundarios a largo plazo de una política específica. El objetivo siempre debe ser evaluar cada consecuencia para cada grupo social. La mayoría de las alternativas políticas que dictan las nuevas teorías económicas solo apuntan a los efectos a corto plazo, y justifican este punto de vista con verdades a medias y falacias de fondo. Por otro lado, muchas teorías clásicas también presentan problemas serios, como la exclusión total de lo inmediato.
Las teorías de Henry Hazlitt vienen de la escuela austriaca, que defendía el desarrollo de sociedades reguladas por un mercado libre y totalmente autónomo, donde el individuo puede actuar desde un punto de vista profesional y empresarial sin interferencia alguna de un gobierno. Si bien el autor habla de su propia concepción de la economía, en su libro Economía en una lección no pretende discutir acerca de cuál es la mejor línea de pensamiento, sino más bien eliminar las principales creencias erróneas, tanto en el pensamiento común como entre los especialistas, y arrojar luz sobre el laberinto de la terminología técnica.