En el 2017, un informe de la Oficina Nacional de Administración Oceánica y Atmosférica -la principal agencia de ciencia climática de los Estados Unidos- aseguró que para el año 2100 tendremos un aumento del nivel del mar que oscilará entre los 30 y 250 centímetros. Un crecimiento que podría incluso no ser gradual: al final de la última Edad de Hielo, el agua subió casi 4 metros en sólo un siglo. Con una subida del nivel del mar de 1.8 metros, bienes raíces valorados en casi un trillón de dólares, ubicados tan sólo en los Estados Unidos, terminarían bajo el agua.
La contaminación por CO2, la principal causa del calentamiento global, es diferente a todas las demás porque este gas permanece en la atmósfera durante miles de años. Incluso si redujeramos las emisiones hoy, el calentamiento global no disminuiría y el nivel de los mares seguiría subiendo. El hecho es que, si no sentimos los efectos día tras día es muy difícil que nos demos cuenta de la gravedad de la situación. Por el momento, el fenómeno sólo se manifiesta a través de acontecimientos dramáticos que, al ser vistos como excepcionales, no crean ninguna alarma en particular. Así ocurrió con la repentina desintegración de los casquetes polares al final de la última Era Glacial, cuando la Tierra estaba habitada tan solo por unos tres millones de personas: las aguas avanzaron hacia la tierra firme a una velocidad de entre 150 y 180 metros al año. ¿Cómo reaccionaría nuestro actual sistema político–económico ante un acontecimiento de tal magnitud?