Hoy en día es cada vez más común pensar que el amor no es más que una sensación placentera, una experiencia debida al azar, algo hermoso que encontramos si tenemos suerte. En cambio, Erich Fromm tiene otra hipótesis: el amor es un arte y, como tal, requiere sabiduría y mucho compromiso.
Otra cosa en la que muchas personas creen es que el amor no quiere decir amar, sino ser amado. Entonces, estas personas se encuentran buscando una manera para que les amen, intentando volverse más agradables y deseables a los ojos de los demás. Algunos persiguen el poder, la riqueza y el prestigio, otros se preocupan mucho por su apariencia o logran mostrarse interesantes. Hacemos todo lo posible para ser atractivos, es decir, para poseer un cierto número de cualidades deseables; pero no nos damos cuenta de que estas cualidades, desde un punto de vista estético o mental, dependen de la moda del lugar y de la época histórica en la que nos encontramos.
Además, muchos piensan que amar es algo simple y que lo difícil es encontrar a la persona adecuada para amar y ser amados. Además, hay mucha confusión entre la experiencia inicial del enamoramiento y el estado permanente de estar enamorados. De hecho, en la etapa del enamoramiento todo parece funcionar a la perfección; pero, a medida que la intimidad y la compenetración aumentan, la excitación y la milagrosa complicidad inicial dan paso a los desacuerdos y la diferencia de opinión y personalidad.
Todos estos conceptos erróneos que los seres humanos tienen sobre el amor crean confusión y desorientación. Para superarlos, primero es necesario estar convencidos de que el amor es un arte, igual que la pintura, la música o la poesía. Si queremos aprender a amar de verdad, tenemos que actuar como si quisiéramos aprender cualquier otro arte.