En los años noventa, delante de una gran audiencia en Arizona, el Dalai Lama dijo que “perseguir la felicidad es el objetivo de la vida”. Y añadió que la felicidad se podía obtener “ejercitando la mente”.
Durante ese período, en el mundo occidental esta idea no era para nada obvia. Sobre todo en el ámbito de la psiquiatría, en donde la felicidad no se consideraba uno de los objetivos de las terapias. Se discutía sobre cómo aliviar problemas como la depresión, la ansiedad o la dificultad en las relaciones, pero nunca se mencionaba la “felicidad”.
La palabra happy (feliz, en inglés) tiene sus raíces en el vocablo islandés happ, que significa “casualidad” o “fortuna”. Como si la felicidad fuera más bien una cuestión dejada al azar, algo inesperado que nos sucede, y no un estado de ánimo que podemos aprender a cultivar.
Entonces, cuando en los años noventa el Dalai Lama habló al mundo occidental del hecho de que se puede ejercitar la mente para lograr la felicidad —esta idea era bastante distante de la realidad que uno podía imaginarse.
Es necesario precisar que en tibetano, cuando se habla de mente, se utiliza la palabra “sem” que tiene un sentido más amplio —porque incluye sentimiento e intelecto, corazón y cerebro.
Según el Dalai Lama, adoptando una disciplina interior, podemos cambiar nuestra visión del mundo y nuestro planteamiento sobre la vida. Todo se basa en un punto de partida muy sencillo: identificar los factores que nos conducen hacia la felicidad y los que nos llevan al sufrimiento. Cuando los tengamos claros, el paso sucesivo será cultivar y reforzar los primeros y gradualmente debilitar y eliminar los segundos.
De hecho, según el budismo la felicidad se determina más por el estado mental que por los eventos externos. Experimentar un gran éxito puede producir una euforia temporal, igual que una tragedia grave puede hacernos caer en depresión. Pero tarde o temprano nuestro humor tiende a volver a su estado de base, porque la felicidad cotidiana se determina por la visión que tenemos de las cosas y las situaciones, y por cuánto apreciamos lo que tenemos.