Todos nacemos con una vocación por la excelencia, pero la sociedad, lenta y silenciosamente, intenta reducirnos a todos al mismo nivel de mediocridad. A los jóvenes se les enseña a reconocer sus límites, cuando en realidad un límite es una trampa mental, es decir, el primer paso para dar lugar a las excusas, el miedo y las dudas.
Para muchas personas, la vida no se parece en nada a la que soñaban cuando eran niños: los días son repetitivos y están llenos de preocupaciones y responsabilidades, mientras que su creatividad y su energía se van apagando. Demasiadas personas se afanan para llegar a objetivos irrelevantes y persiguen placeres momentáneos, a menudo motivados por la tecnología, que es la cárcel de los tiempos modernos.
La buena noticia es que no importa en qué momento de la vida nos encontramos: siempre es el momento adecuado para hacer que las cosas sean más interesantes y satisfactorias. Es obvio que nadie dice que sea fácil: es necesario ser determinados y afrontar las dificultades, incluso las más grandes, sin dejar que el remordimiento o la vergüenza sean un obstáculo para la gloria de un futuro maravilloso.
El sufrimiento que experimentamos durante nuestro crecimiento personal es una de las mejores fuentes de satisfacción: la verdadera paz interior es ser conscientes de que hemos hecho todo lo que era necesario para convertirnos en una versión mejor de nosotros mismos. La leyenda del jazz Miles Davis fue más allá de sus propios límites y de lo que se consideraba normal en su campo hasta aquel momento, para poder expresar su pleno potencial. Miguel Ángel hizo sacrificios enormes desde un punto de vista mental, emocional, físico y espiritual mientras realizaba sus obras. Rosa Parks, una simple modista con un coraje excepcional, se enfrentó a una gran humillación cuando la arrestaron en un autobús por no haber cedido su asiento durante la segregación racial, impulsando así el movimiento por los derechos civiles.
Puede que no sea fácil convertirse en una leyenda, pero es mejor afrontar un camino tortuoso que quedarse estancado en una vida ordinaria.