Las decisiones que se han tomado a partir de la década de 1980 han provocado niveles de desigualdad parecidos a los del período precedente a la revolución francesa. El aumento de la disparidad a nivel global ha tenido consecuencias en la sociedad, la política y la economía, pero también ha hecho que los expertos se pregunten qué es lo que ha sucedido y por qué. Según su planteamiento, cada escuela de pensamiento ha destacado algunas dinámicas en comparación con otras, pero Katharina Pistor propone un nuevo punto de vista, que nunca nadie ha tenido en cuenta hasta ahora. Según la autora, el capital se genera y acumula por un motivo bien preciso, es decir porque existen leyes que lo permiten. Esta codificación legal permite que quienes poseen bienes tengan la posibilidad de enriquecerse, garantizando que el proceso pueda continuar a lo largo del tiempo. En algunos casos, el mecanismo es perpetuo, poniendo en una posición extremadamente privilegiada a un cierto grupo de personas respecto a otro.
Por lo tanto, Pistor afirma que el capital se produce por un bien y una codificación legal: cualquier tipo de bien, ya sea un producto, un servicio o un fármaco nuevo, puede transformarse en capital. Esto sucede cuando existe una codificación legal que lo permite: es la ley la que garantiza que en el futuro esos bienes puedan producir riqueza para quien los posee. A diferencia de lo que sucedía en el pasado, hoy hay muchos más bienes que producen riqueza solo gracias a una intervención de la ley: pensemos, por ejemplo, en los programas para las computadoras, todos los instrumentos a disposición de las finanzas o la propiedad intelectual. Esto representa un gran cambio respecto al pasado.