Intentamos ser felices de muchas maneras, pero a menudo no lo somos. Por este motivo pensamos que tenemos la culpa y que estamos haciendo algo mal en nuestra búsqueda de la felicidad, pero no es así: sufrir y ser feliz no son dos cosas necesariamente excluyentes. Al contrario: el arte de la felicidad coincide con el arte del buen sufrimiento. Esto significa que si podemos reconocer, comprender y abrazar el sufrimiento, no solo sufriremos menos, sino que también podremos ir más allá y transformar ese sufrimiento en comprensión, compasión y alegría por nosotros mismos y por los demás. Después de todo, no puede haber felicidad sin sufrimiento, así como no puede haber sufrimiento sin felicidad.
Cuando sufrimos, tendemos a pensar que en el momento presente solo existe sufrimiento, que la felicidad pertenece a otro tiempo y a otro espacio. Tendemos a quejarnos cuando nos pasa algo que nos hace sufrir, pero pensar que podemos vivir una vida hecha solo de felicidad sería un completo engaño. Izquierda y derecha existen solo en virtud de la existencia de su opuesto, al igual que el sufrimiento y la felicidad. Además, lo que nos hace sufrir nunca existe como una entidad objetiva: por ejemplo, la lluvia que arruina nuestros planes es una bendición para el agricultor con campos demasiado secos.
La felicidad siempre es posible, pero solo existe si aceptamos el sufrimiento sin el cual no podría existir. La lluvia que a menudo menospreciamos es la principal responsable del nacimiento de las flores, tan bonitas y perfumadas. Muchas veces nos quedamos atrapados en la lluvia y nos parece que no vemos nada hermoso a nuestro alrededor, pero tenemos que aprender a aprovechar la lluvia para ver cómo nacen las flores. Si sabemos hacer un buen uso de nuestro sufrimiento, en la forma y la cantidad que cada uno lleva en su interior, entonces también seremos capaces de producir felicidad.
El sufrimiento puede experimentarse en el cuerpo o en la mente. En el cuerpo se expresa a través de sensaciones de dolor, enfermedad, hambre o heridas. En la mente, el sufrimiento se expresa a través de la ansiedad, los celos, la desesperación, el miedo o la ira. No podemos evitar todo el sufrimiento del mundo, pero podemos tratar de sufrir un poco menos evitando de regar las semillas del sufrimiento que hay en nuestro interior. Por ejemplo, podemos preguntarnos: ¿amamos nuestro cuerpo, nos sentimos cómodos con él? ¿O lo repudiamos, lo descuidamos y lo castigamos? A menudo usamos medicinas para aliviar nuestro sufrimiento físico; asimismo, también utilizamos las medicinas u otras distracciones, a veces contraproducentes, para combatir los sufrimientos de nuestra mente. Sin embargo, todo esto sería de menor utilidad si fuéramos capaces de hacer descansar de verdad nuestro cuerpo y nuestra mente, liberando todas las tensiones y haciendo las paces con nuestro sufrimiento.
La mejor manera para conseguirlo es practicar el mindfulness, o la consciencia plena, es decir la capacidad de permanecer en el momento presente, de saber lo que está sucediendo en el aquí y ahora. Mindfulness es la energía que se libera cuando somos conscientes de lo que sucede en el momento exacto en que sucede, así como del contexto y de nuestro cuerpo, nuestras emociones y sensaciones. A través de esta práctica, podremos vivir con el sufrimiento sin sentirnos abrumados. El mindfulness se configura por tanto como una especie de medicina, que nos cura generando una unión profunda entre nuestro cuerpo y nuestra mente.