Cuando Irvin Yalom aún era un joven estudiante de psicoterapia que estaba en busca de su camino, se topó con un libro de Karen Horney, llamado La neurosis y el desarrollo humano. Horney fue una importante psicoanalista y psiquiatra alemana, nacida a finales del siglo XIX, y en ese libro el autor leyó un concepto que le quedaría grabado para toda la vida. La idea de Horney era la siguiente: los seres humanos tienen una propensión innata a la autorrealización. Si se eliminan los obstáculos, la persona podrá evolucionar hasta convertirse en un adulto resuelto y completo, del mismo modo que una bellota se convierte en un roble. A Yalom le gustó mucho esta imagen del mundo de la naturaleza, tanto que basó su actividad como psicoterapeuta en este mismo concepto. De repente, en medio de la confusión propia de su corta edad y de muchas dudas, había logrado identificar su propósito: ayudar a sus pacientes a remover los obstáculos del camino. Les ayudaría a despejar el complejo camino de la vida apoyándolos en sus desafíos diarios y existenciales. Hay que dejar algo en claro: no se trata de hacer todo el trabajo por el paciente. Ciertamente, Yalom no asumió la tarea de inculcar en los demás el deseo de vivir o de crecer. Eso dependía del paciente. Pero lo que sí podía hacer era identificar los impedimentos en su camino y trabajar para eliminarlos.
De inmediato, Yalom aplicó este propósito al caso de una joven viuda, que tras la muerte de su marido se consideraba a sí misma como incapaz de amar. Incluso el mero pensamiento de acercarse a un hombre la hacía sentirse como una traidora. Para ella, sentir afecto por otra persona significaba disminuir el amor que sentía por su marido. Esto la hace sentir paralizada por la culpa, e irremediablemente sola. El autor trabajó con ella durante meses, con el objetivo de identificar los obstáculos que le impedían volver a abrir su corazón. Una vez completado el ciclo de terapia, se logró el objetivo: la mujer conoció a otro hombre, se enamoró y se volvió a casar. Por lo tanto, los muros que le bloqueaban el camino habían sido identificados y superados con éxito. Y así, teniendo en cuenta sus objetivos iniciales, Yalom podía considerarse completamente satisfecho.