El vínculo que se forma entre madre e hijo a través del contacto visual y cutáneo en los primeros días de vida estimula en ambos un poderoso sentimiento de pertenencia. Hay que prestar mucha atención a esta intimidad mutua, porque si no ocurre, ya no se podrá generar, y su ausencia puede ser un serio obstáculo para el desarrollo emocional del niño.
En las primeras semanas de vida un niño necesita verse reflejado en su madre. El pediatra y psicoanalista británico Donald Winnicott ilustra este concepto con la imagen de una madre que mira al niño en sus brazos, y el niño que, a su vez, mira el rostro de la madre y se encuentra a sí mismo. Para que esto suceda, la madre tiene que dejar de lado las expectativas y los miedos que tiene sobre su hijo, para poder ver como realmente es a ese pequeño ser único e indefenso que tiene entre sus brazos.
Crecer con una madre-espejo hace que el niño desarrolle una relación sana consigo mismo de forma gradual. Este contacto automático y natural con las propias emociones y necesidades es lo que le da fuerza y autoestima a un individuo. Del mismo modo, es fundamental que la madre sea cariñosa, o en caso de que no logre serlo, que permita que su hijo adquiera con otras personas lo que ella no puede darle directamente. De esta manera, el niño podrá experimentar libremente todo tipo de sentimientos, incluyendo la tristeza, la ira o la desesperación, sin el miedo subconsciente de dañar a su madre.
La situación se vuelve más complicada cuando la madre es insegura o sufre de depresión. A modo de aclaración, la autora precisa que el término “madre” utilizado en esta coyuntura sirve para indicar de manera amplia al principal cuidador del recién nacido. Por lo tanto, inconscientemente la madre buscará llenar sus necesidades de seguridad, atención, consideración y respeto a través de su hijo. Esto no quiere decir que no amará a la criatura, al contrario. Derramará mucho amor sobre la misma, pero de manera incorrecta, como si ese niño solo fuera de su posesión. En este tipo de relación, el niño no será libre de experimentar sus propias emociones, sino solo aquellas que la madre necesita, lo que le impedirá desarrollarse plenamente.