Cuando Eddie Jaku nació en Leipzig en 1920, nadie imaginaba lo que sucedería después en Alemania, Europa y el mundo.
La derrota de Alemania durante la Primera Guerra Mundial había dejado un sentimiento de odio y venganza, lo cual, unos años después, se tradujo en uno de los momentos más atroces de la historia.
Alemania salió humillada del conflicto, y sus terribles condiciones económicas facilitaron el ascenso al poder de Hitler y del partido nazi, que había prometido que encontraría una solución. La solución era el antisemitismo.
Eddie Jaku, cuyo verdadero nombre era Abraham Salomon Jakubowicz, vivía una vida tranquila junto a su familia. Su padre era de ascendencia polaca, había trabajado en Estados Unidos en un buque mercante alemán. Extrañaba a su familia, por lo cual decidió regresar a Europa, donde los alemanes lo tomaron prisionero debido a que era polaco. Sin embargo, como era un excelente mecánico, le ofrecieron trabajo como técnico especializado y se quedó en Alemania, donde incluso llegó a fundar su propia fábrica.
En 1933 Eddie tenía 13 años y estaba a punto de comenzar la escuela secundaria, pero en ese momento todos los judíos fueron expulsados de las escuelas. Entonces, su padre, que sabía por experiencia propia lo importante que era el estudio, obtuvo una identidad falsa para que Eddie pudiera tener un futuro. Se las arregló para robar la identidad de un niño desaparecido, Walter Schleif, y se la dio a su hijo. Lo hizo entrar a una de las mejores escuelas de ingeniería mecánica, a pesar de que estaba lejos de su casa (9 horas en tren desde Leipzig). Pero sabía que este sacrificio sería útil en el futuro, y, de hecho, así fue. La vida de Eddie Jaku no hubiera sido la misma si hubiese abandonado la escuela ese día como imponía la ley.
Fueron años difíciles para el joven Eddie, quien de repente se encontró solo, huérfano y con un gran secreto que debía esconder: su identidad falsa. Él desconocía por completo lo que estaba sucediendo en Alemania, y años después, en 1938, decidió desafiar los acontecimientos y regresar a casa, movido por una gran nostalgia. Leipzig se veía muy diferente a como él la recordaba, y la casa de sus padres estaba vacía. Todos habían desaparecido. No sabía que esa había sido la noche de los cristales rotos, que pasaría a la historia porque los nazis destrozaron las sinagogas y allanaron las viviendas de los judíos. A las 5 de la mañana Eddie se había despertado debido a unos golpes en la puerta. Eran 10 nazis que le propinaron una golpiza y se lo llevaron de su hogar. Ya no podía esconderse detrás de su identidad falsa como Walter Schleif, y volvió a ser Eddie Jaku.