Los Sackler son una famosa dinastía de Nueva York que hasta hace unos años estaba incluida en la lista de las familias estadounidenses más ricas según la revista Forbes. Su nivel de riqueza es superior al de los Rockefeller o los Bush, por lo que financiaron museos, universidades y clínicas en todo el mundo. No son pocos los centros culturales o médicos que han dedicado sus espacios a esta famosa familia. Su nombre está por todas partes en Nueva York y está asociado con las instituciones más relevantes y prestigiosas. También hay becas e importantes premios que llevan este famoso apellido. Sin embargo, a los Sackler no les gusta mucho hablar del origen de su inmensa fortuna, hasta podría decirse que en cuanto se ahonda en este aspecto, tienden a hacer desaparecer su apellido y que caiga en el olvido. Purdue Frederick, su empresa más importante y su mayor fuente de ingresos, no depende directamente de ellos. Incluso, en la página web oficial ni siquiera aparece el apellido Sackler, pero, de hecho, esta familia posee la empresa en su totalidad. Y no solo eso. Ellos la fundaron y son su principal motor.
En 1996, Purdue lanzó al mercado un fármaco que tendría un impacto devastador en una enorme cantidad de ciudadanos. Se llama OxyContin y es un potente analgésico que está indicado para casos de dolor crónico. Su venta generó treinta y cinco mil millones de dólares para las arcas de la empresa. Como podemos imaginar, este fue uno de los más grandes éxitos comerciales en la historia de la industria farmacéutica, y al mismo tiempo, causó una epidemia de opiáceos que llegó a todos los rincones de Estados Unidos. Según los CDC (Centros para el Control y Prevención de Enfermedades), en los veinticinco años que siguieron al lanzamiento del OxyContin, alrededor de cuatrocientos cincuenta mil estadounidenses murieron debido a una sobredosis relacionada con el uso de opioides.