Tal y como escribe el profesor James P. Carse en su obra Finite and Infinite Games: A Vision of Life as Play and Possibility publicada en 1986, en la vida existen dos tipos de juegos, es decir situaciones puestas en marcha al menos por dos jugadores. Son juegos finitos e infinitos.
Se definen como juegos finitos los que jugadores y reglas son conocidos por todos los participantes y existe un objetivo claro a alcanzar. En cambio, son juegos infinitos todas aquellas circunstancias en las que están involucrados jugadores conocidos y desconocidos, en donde no hay reglas y tampoco un objetivo que ponga fin al juego. Los juegos finitos e infinitos están por todas partes en nuestro alrededor y se pueden encontrar en cualquier ámbito cotidiano, desde la vida personal hasta los negocios. Por ejemplo, un partido o un campeonato de fútbol son juegos finitos; por el contrario, un matrimonio o una carrera profesional son juegos infinitos. Una manera de distinguirlos es pensar en el concepto de victoria: se puede ganar un campeonato, mientras que no es posible ganar un matrimonio o una carrera profesional.
Un juego finito tiene una modalidad a corto plazo, con objetivos rápidos y a menudo más sencillos de conseguir, una visión generalmente más breve e inmediata. Un juego infinito, por el contrario, dado que no tiene reglas ni jugadores fijos, existe en el mundo de las posibilidades y es perpetuo, adaptable y resiliente. Exactamente las características que un buen negocio tendría que tener.