Para incrementar el bienestar público existen más posibilidades de cuantas podamos pensar, pero es necesario mirar más allá de los límites que durante mucho tiempo han frenado a los Estados: esto es lo que hace la Teoría Monetaria Moderna (MMT), una escuela de pensamiento macroeconómico de tradición post-keynesiana. Según la MMT, en vez de concentrarse en los vínculos de presupuesto autoimpuestos, el Estado debería utilizar la inflación y los límites de los recursos reales como medida del gasto público. Antes que perseguir el objetivo poco real de un presupuesto equilibrado, debería ceñirse a la promesa de utilizar el dinero público para equilibrar la economía de modo que la prosperidad sea compartida y no se concentre en un número cada vez menor de personas. Los argumentos de la MMT se aplican a cualquier Estado con soberanía monetaria, es decir países como los Estados Unidos, el Reino Unido, Japón, Australia o Canadá, en donde el gobierno es el emisor monopolista de una “moneda fiduciaria”, es decir una moneda en papel inconvertible. La MMT cambia la manera de ver la política y la economía mostrando que en casi todos los casos el déficit presupuestario es positivo y necesario para la economía. Según la visión económica convencional el gobierno no tiene dinero propio y por esto el contribuyente está en el centro del universo monetario, ya que el único dinero disponible para financiar el gobierno tiene que venir del pueblo. La MMT cambia radicalmente este punto de vista reconociendo que es el emisor de la moneda —es decir el gobierno— y no el contribuyente, quien tiene que financiar todos los gastos. Básicamente: los impuestos no pagan lo que gasta el gobierno. De hecho, según la MMT no existe un límite real a la capacidad del gobierno de los Estados Unidos —o de cualquier otro Estado con soberanía monetaria— para financiar los gastos, ya que él mismo puede crear dinero. Un Estado que emite moneda propia no tiene vínculos financieros de presupuesto. Sin embargo, esto no significa que no existan límites concretos a lo que el gobierno puede y debería hacer. Todas las economías tienen su límite de velocidad interno y si el gobierno gasta demasiado en una economía que ya está funcionando a pleno ritmo se obtendrá un incremento de la inflación. En resumen, los límites no están en la capacidad del gobierno para gastar dinero o en el déficit, sino en las presiones inflacionistas y en los recursos de la economía real. Existen seis mitos clave que conciben el déficit como negativo, y niegan que el déficit puede fortalecer las economías y favorecer un crecimiento más rápido. Los analizaremos uno por uno.