Algunos de nosotros pasamos la vida intentando desarrollar el cuerpo ideal. En cambio, lo que finalmente nos hará hermosos es ser felices. Nos han manipulado y convencido de que cambiar el aspecto de nuestro cuerpo tiene que ser nuestro objetivo de vida: las mujeres han sido el punto de mira de estos mensajes durante el siglo XX, pero hoy ningún cuerpo está seguro. Hombres, mujeres, adolescentes, personas de mediana edad: todos están continuamente bajo la presión de una gran cantidad de información que sugiere la existencia de un cuerpo ideal para el cual no están nunca a la altura.
El 97% de las mujeres que participaron en un sondeo de la revista Glamour, admitió que cada día tenía al menos un momento en el que odiaba su cuerpo. En otro sondeo llevado a cabo a 5.000 mujeres de la revista REAL, el 91% de las entrevistadas declaró que no estaba satisfecha con su cuerpo. El Center for Appearance Research (Centro para la investigación del aspecto), en Inglaterra, entrevistó a 384 hombres británicos y descubrió que el 35% daría un año de vida a cambio de alcanzar su peso ideal. Por último, el 54% de las mujeres entrevistadas por Esquire preferiría que un camión las atropellara que tener sobrepeso.
Nos comparamos con cuerpos que no existen: el ideal de belleza femenina es la mejor estrategia de marketing del mundo: ¿qué mejor manera para hacer dinero que hacer que la población se sienta fea y luego venderles la solución? En 2013 más de 3 millones de mujeres en todo el mundo se sometieron a interventos de cirugía estética al seno.
Un estudio demuestra que mirar cuerpos femeninos ideales en la televisión influye sobre la imagen de uno mismo: el 95% de las mujeres sobrevalora las dimensiones de su cuerpo después de haber visto imágenes de mujeres con un peso corporal ideal. Lo que vemos cada día está plasmando la manera en que nos vemos a nosotros mismos. Anne Becker estudió un caso específico: antes de 1995, la provincia de Nadroga en las Islas Fiji no tenía acceso a la televisión. Los valores tradicionales de las Fiji mostraban una preferencia por los cuerpos robustos y fuertes, y el apetito se motivaba durante las fiestas rituales. Ese año, Miss Fiji explicaba que las personas consideraban demasiado frágiles a las mujeres delgadas, y que la gente les decía constantemente que tenían que engordar. Antes de que la televisión llegara a las Fiji, los trastornos alimentarios eran prácticamente desconocidos y las dietas para adelgazar eran inexistentes. Después de tres años a partir de la emisión de programas de televisión producidos en el Reino Unido, los Estados Unidos y Nueva Zelanda, el 74% de las adolescentes entrevistadas por Anne Becker afirmó que se sentían “demasiado grandes o gordas” y el 15% de las chicas confesó que se autoinducían el vómito para controlar su peso.