El precio de la desigualdad

En la historia han tenido lugar muchas peticiones de cambio: actualmente llamamos revoluciones a las que han tenido éxito, y las que han sido sofocadas no las recuerda nadie.

Después de la crisis de 2008 muchas personas quisieron ajustar las cuentas con un sistema económico y político fallido que no podía encontrar una solución a la catástrofe social del momento porque estaba basado en la desigualdad social. Por ello, en el mes de septiembre de 2011 nació en los Estados Unidos el movimiento Occupy Wall Street, que representa ese “99%” de la población estadounidense que denuncia al 1% más rico y al crecimiento de las disparidades en el país, causa y consecuencia de la debacle del sistema político y de la inestabilidad del sistema económico.

La crisis de las hipotecas subprime estadounidenses dio lugar a otra crisis, la del sistema bursátil: la finalidad de hacer más dinero justificaba cualquier medio, incluso la explotación de los ciudadanos más pobres y menos instruidos.

Los manifestantes pedían una nueva democracia que se basara en las personas y no en el dinero y cuya política dejara de beneficiar a los que ya están en la cima de la pirámide, haciendo cada vez más difícil pasar a una clase social superior para los que se encuentran más abajo.