La felicidad no es simplemente un sentimiento sin consecuencias, sino una forma fundamental de ser que define la calidad de cada momento de nuestra vida. Para el autor, esta palabra tiene un significado muy concreto. Para él, la felicidad se entiende como un profundo sentido de prosperidad que emerge de una mente excepcionalmente sana. No se trata de una sensación de placer, una emoción volátil o un estado de ánimo pasajero, sino más bien de una forma de ser.
La felicidad también es una manera de interpretar el mundo, ya que, a pesar de que es muy difícil cambiarlo, siempre podemos modificar la forma en que lo vemos.Esto no significa ser ingenuamente optimistas o ignorar el sufrimiento. Se trata más bien de tener la capacidad de eliminar las toxinas mentales, como el odio y la obsesión, que son verdaderos venenos. Se trata de aprender a poner todo en perspectiva para reducir la brecha entre apariencia y realidad. En el budismo, la "realidad" es lo que describe la verdadera naturaleza de las cosas, sin que se vea alterada por construcciones mentales. Lo que nos causa sufrimiento es precisamente el hecho de que las percepciones y la realidad no coincidan.
De manera más o menos consciente, todos anhelamos más felicidad y menos sufrimiento. A menudo, nos esforzamos por cultivar emociones de amor, amistad, protección, enriquecimiento, pero la felicidad es el objetivo final. Como dijo Aristóteles, es el único objetivo que perseguimos por sí mismo y no como medio para obtener algo más.
El problema radica en los frecuentes errores que cometemos al identificar los medios para alcanzar esa felicidad. El léxico budista lo llama "ignorancia", entendida como la incapacidad de reconocer la verdadera naturaleza de las cosas y la ley de causa y efecto que rige la felicidad y el sufrimiento. Por ejemplo, algunas personas creen que pueden ser felices prevaleciendo sobre otros y demostrando ser las mejores, pero la arrogancia y la malicia nunca pueden ser medios para alcanzar una felicidad genuina.
La única manera de erradicar esta ignorancia es a través de la honestidad y una introspección sincera, lo cual se lleva a cabo de dos maneras. La primera es el análisis, es decir, una evaluación sincera y sistemática de cada aspecto de nuestro sufrimiento, tratando de entender qué pensamientos, palabras y acciones nos causan dolor. La segunda es la contemplación, es decir, la capacidad de elevarnos por encima de nuestros pensamientos y mirarnos desde afuera, con el objetivo de definir la calidad de nuestras aspiraciones más profundas que nos llevan a la felicidad.
No podemos engañarnos pensando que la felicidad llega solo cuando logramos satisfacer todos nuestros deseos. Incluso si idealmente pudiéramos hacerlo, esto no llevaría a la felicidad, sino a la creación de nuevos deseos, y daría lugar a un ciclo interminable. Lo que realmente nos hace felices es cultivar la paz y la sabiduría en nuestra vida.
De la misma manera, la felicidad para uno mismo no puede existir si no se experimenta felicidad hacia los demás. Somos felices cuando hacemos felices a otras personas. Por lo tanto, podemos decir que el objetivo de la vida es un profundo estado de bienestar y sabiduría en cada momento, acompañado por un amor hacia todos los seres del mundo.