Los seres humanos tenemos la extraordinaria capacidad de identificar, alcanzar y mantener niveles óptimos de inteligencia, salud mental, paz y felicidad, y también de prevenir enfermedades del cuerpo y la mente.
Las investigaciones de la neurociencia moderna confirman lo que ya sabíamos instintiva y espiritualmente: aquello que pensamos en cada momento de nuestra vida tiene la capacidad de convertirse en una realidad concreta y repercute en nuestra salud física y mental. Un pensamiento o una decisión nuestra pueden cambiar nuestras células cerebrales con una connotación positiva o negativa. Esto es un hecho importante y profundo, y somos nosotros quienes lo controlamos.
Hasta hace unas décadas, los científicos pensaban que el cerebro era una máquina estática, con funciones preestablecidas de forma congénita. Entonces, de acuerdo con este punto de vista, un cerebro dañado simplemente no tendría cura. En la actualidad, sabemos que esto no es así, es decir, que nuestro cerebro no es un órgano estático e inmutable, sino todo lo contrario. La neurociencia ha descubierto una característica muy importante del cerebro: la neuroplasticidad o plasticidad cerebral. Esta se define como la capacidad del cerebro para ser maleable y adaptable, ya que cambia constantemente en cada momento del día y de la noche. Por lo tanto, los científicos están comenzando a reconocer que el cerebro tiene características renovables. El hecho de que la mente pueda modificar al cerebro es una esperanza concreta para todos, independientemente de las circunstancias biológicas en las que nazcamos y vivamos. Estas circunstancias tienen menos impacto de lo que creíamos en nuestra salud mental e incluso física. De hecho, es mucho más importante la forma en que elegimos reaccionar deliberadamente ante ellas.
Entonces, la clave para activar el cerebro y alcanzar la máxima felicidad y salud mental es, precisamente, comprender que podemos modificar nuestro cerebro a través de los pensamientos que tenemos y de las decisiones que tomamos y liberarnos de las limitaciones genéticas y biológicas que pensábamos que eran inevitables.