Enrico Mattei, un hombre que cambió Italia, un líder que ayudó en la reconstrucción del país después de la Segunda Guerra Mundial y lo posicionó en el escenario político internacional. Era un empresario y comunicador poco común a quien le interesaba realmente el bien de su país, pero que inevitablemente tuvo que perjudicar a mucha gente en el camino. Y tal vez este coraje al final le costó caro, pero nada de lo que él hizo durante su vida fue inútil.
Enrico Mattei nació en un pequeño pueblo de la región de Las Marcas en 1906, fue el mayor de cinco hermanos y pasó su infancia en su pueblo natal, antes de mudarse con su familia a Matelica, en la provincia de Macerata, en 1919. Como suele suceder con las mentes brillantes, ponía poca atención en la escuela y no cumplía con sus deberes como se esperaba. Él prefería el aspecto práctico de las cosas antes que el teórico.
Muchas empresas que trabajaban materias primas como la piedra, el metal y el cuero (entre otras) tenían sus oficinas centrales en Matelica. Pronto encontró trabajo en una curtiembre local y comenzó una brillante carrera, gracias a la cual se convirtió en director de la empresa en tan solo cuatro años.
Lamentablemente, unos años más tarde la empresa tuvo que cerrar sus puertas debido a la grave crisis económica de la posguerra, por lo que en ese momento Mattei pasó a estar desempleado. Sin embargo, gracias a su audacia, que fue evidente desde la niñez, no se rindió e incluso dio un paso más allá.
Partió hacia Milán en busca de fortuna y encontró trabajo como vendedor de pinturas, un producto que ya conocía porque lo había utilizado en la curtiembre de Matelica. Nuevamente, gracias a su gran capacidad de comunicación, en tan solo tres meses se convirtió en el representante en jefe en Italia para una pinturería alemana.
Al año siguiente abrió su propia empresa, que muy pronto creció, se expandió y llegó a tener más de veinte empleados. Mattei comenzaba a prosperar, y siguió su camino. En 1936 se casó con una bailarina austríaca, Margherita Paulas, quien permaneció a su lado toda su vida, y continuó desarrollando su talento. Su amistad con Marcello Boldrini, un profesor universitario que ayudó a Mattei a rellenar sus baches culturales, se remonta a la época de su estancia en Milán. Este vínculo también fue importante durante los años de la posguerra.
Las increíbles habilidades de organización de Mattei se hicieron famosas gracias al boca boca entre los contactos que había establecido durante años, lo que le permitió recibir una gran propuesta. Durante la Segunda Guerra Mundial le ofrecieron un puesto como representante de la Democracia Cristiana en el Comité de Liberación Nacional, una organización política y militar integrada por miembros de los principales partidos y movimientos políticos italianos. El CNL se formó con el objetivo de oponerse al fascismo y la ocupación nazi en Italia, y gracias al aporte de Mattei, quien se encargó de reunir fondos, recursos y armas, los miembros del partido demócrata cristiano pasaron de ser dos mil a sesenta y cinco mil personas.
Fue capturado por los fascistas, logró escapar, y cuando terminó la guerra, fue galardonado con una serie de honores y con el cargo de comisionado especial de la Compañía General Petrolífera Italiana (Agip), y su tarea era gestionar la privatización de la misma.
Parecía ser un cargo público sin importancia, pero este fue precisamente el trampolín que permitió que Mattei entrara en el panorama internacional de las relaciones gubernamentales, y terminó arrastrando a Italia con él en su ascenso.