La psicología evolutiva le debe mucho a la obra de Charles Darwin, para quien la marca indeleble del origen del ser humano está tallada en su estructura física. En efecto, según la psicología evolutiva, las funciones mentales de los seres humanos son el resultado de adaptaciones naturales que se desarrollaron durante el proceso evolutivo. Por lo tanto, según esta disciplina, muchas de nuestras conductas se originan en la selección natural.
Pero aún hay más. La teoría de la selección natural de Darwin afirma que, con el tiempo, las especies fueron cambiando al incorporar características que favorecían la supervivencia. El autor parte de esta premisa, pero se centra más en el aspecto sexual, y afirma que la selección natural no siempre garantiza la supervivencia del más apto, sino que a todos los individuos les otorga la capacidad de dejar una descendencia más o menos numerosa. Este es uno de los conceptos fundamentales de su teoría, que es una visión bastante fuerte, ya que, efectivamente, muchas de nuestras funciones psicológicas se desarrollaron como resultado de los mecanismos que regulan nuestras elecciones sexuales. Por lo tanto, nuestro pasado evolutivo determina los comportamientos (muchas veces contradictorios) que manifestamos a nivel sentimental, y no solo.
Otro aspecto fundamental de la psicología evolutiva es la mente modular, la cual está organizada en módulos programados para dar respuesta a una serie de problemas adaptativos que surgieron en el pasado. Veamos un ejemplo concreto. En otra época los individuos tenían un módulo que les permitía escapar de los grandes depredadores de la sabana. Ahora ese peligro ya no existe, pero el ser humano aún conserva esta forma para evitar otras amenazas, que son mucho más frecuentes. En el texto se habla de la vida en la ciudad y los riesgos que se corren en el automóvil. Según el autor, estas adaptaciones se deben a la extrema flexibilidad de nuestro cerebro.