El síndrome del burnout (literalmente quemado, consumido) y en español Síndrome de desgaste profesional, se refiere a un estado de agotamiento, cinismo y pérdida de motivación, a menudo relacionado con un contexto laboral. Al definirlo, algunas personas hacen hincapié en la conexión que hay entre el momento que se manifiesta el síndrome y la poca concordancia entre lo que pide el empleador y lo que una persona puede y quiere dar. En realidad, la cuestión es más compleja y no se limita solo al trabajo. Cuando experimentamos el síndrome de desgaste profesional nos sentimos como si fuéramos una casa consumida por el fuego, de la que solo queda la estructura externa. Mirándolo desde fuera, puede que este incendio no se vea, pero nosotros nos sentimos profundamente vacíos, como la cáscara de una caracola, sin ni siquiera entender exactamente cómo llegamos a esta situación.
Las causas del síndrome de desgaste profesional pueden ser muchas y no son exclusivas de un único aspecto de nuestra vida. De hecho, es así que se manifiestan: podemos seguir pensando en los problemas del trabajo cuando estamos en casa, y afectar negativamente nuestra vida privada. Como un torbellino, este síndrome absorbe cada vez más energía, dejándonos impotentes y aislados.
Siempre en relación al síndrome de desgaste profesional, ya sea como causa que como consecuencia, está la condición que Martin Seligman llama “indefensión adquirida”, es decir la convicción de que no podemos hacer nada para cambiar nuestra situación actual y, por lo tanto, no vale la pena intentar modificar la situación en la que nos encontramos. Este síndrome nos aísla haciéndonos perder la conexión social con los demás, y precipitándonos en una espiral de soledad de la que es difícil salir. Dos de las consecuencias más serias del síndrome son la aparición de adicciones y la depresión.