Facci caso

Puede parecer extraño, pero la facultad de trasladar rápidamente nuestra atención de una cosa a otra es fruto de la evolución: si uno de los primeros hombres hubiese contemplado por demasiado tiempo un paisaje, una flor o cualquier otro espectáculo, habría corrido grandes riesgos. Lamentablemente, el mundo de hoy en día pone a prueba la capacidad humana de concentración, ya que existen muchas distracciones y estamos expuestos continuamente a una lluvia de informaciones diferentes, con el objetivo de dar una dirección a nuestras acciones cotidianas: existe una caza a la atención, como bien saben los políticos y los medios de comunicación. Es bastante sencillo entender que la realidad subjetiva —es decir la manera en la que percibimos y vivimos lo que nos rodea— depende de la dirección de nuestra atención: la calidad y la cantidad de atención que prestamos a los objetos y a las personas, les otorgan un valor diferente. Los seres humanos deberían poder adaptar su capacidad de atención según las exigencias y las circunstancias. Por ejemplo, cuando se aprende a conducir, toda la atención se concentra en la conducción, porque una sola y pequeña distracción puede tener graves consecuencias. Pero poco a poco el conductor toma confianza, la conducción empieza a ser más automática, y al final conseguirá hablar con su compañero de viaje o escuchar la radio. Pero, ¿qué pasa si en un cierto momento llega una fuerte lluvia? Probablemente el conductor pedirá a su pasajero que permanezca en silencio, bajará el volumen de la música y pasará rápidamente de la modalidad de "piloto automático" a la de "control manual". Hoy en día el problema es que no todos —o al menos no siempre— somos capaces de aprovechar al cien por cien el maravilloso mecanismo de atención.